Esta mañana te has despertado con ese ay de cuando tienes un sueño erótico. No, no tienes pareja, pero de vez en cuando quedas con algún amigo para divertirte, aunque nunca dos veces seguidas con el mismo chico: mejor no abusar, que si se acostumbran te piden explicaciones.
El sueño te ha dejado alterada y decides ir a la piscina para relajarte. Qué suerte tienes, piensas, porque a esa hora entrena el equipo de waterpolo. Qué maravilla sentarse en las gradas y contemplar un escaparte de tíos buenos. De repente, aparece en tu mente la imagen del cuerpo desnudo de tu vecino cuando cayó con la bañera. Ya te fijaste en su tableta, pero como era un estúpido no le diste importancia. Y empiezas a pensar… ahora es simpático, ahora te saluda, y tiene el culín tan bien puesto… Crees que podrías subir a su casa para darle las gracias por las magdalenas que te regaló ayer. A fin de cuentas, no sabes nada de su vida, y entre vecinos lo mejor es conocerse y tener buen rollo, por lo que pueda pasar. Aunque con este no hay que precipitarse, no puedes planteártelo como cualquier otro, porque es tu vecino y, ante todo, diplomacia y cordialidad.
De regreso a casa el sueño erótico te persigue. Paras a desayunar en una cafetería y disfrutas sintiendo cómo el cruasán que has pedido entra durito y crujientito, y sale blandito y mojadito del café con leche. Y te das cuenta de que el subconsciente es algo sutil… porque la gente piensa que nos traiciona, pero yo diría que nos da lo que necesitamos. Y ahora te entra la duda sobre cómo será el cruasán de tu vecino.