Sabes que ya no hay ventanas para esta puerta cerrada. Coges la copa y observas cómo las burbujas se diluyen intensas, aunque algunas se aferren para quedarse cuando Javier hunde su dedito en el champán, ¡me hacen cosquillas!, exclama riendo. Todos esperan el brindis de alegría y felicidad, de la Navidad, la Natividad. ¿El niño Jesús también huele a dulce, como María Isabel?, interrumpe y ríe. ¿La abuela nos ve desde el cielo?, insiste. Sonríe acariciando a su hermana y respondo que todos los bebés huelen a dulce, pero María Isabel, además, a las natillas de la abuela. Javier sonríe y Fernando toma mi mano; me pregunta que si estoy bien, necesitas tiempo, pasará, dice siempre.

De la vida a la muerte con el grito mudo de quien no volverá, pienso. Alzo la copa: Tú ya no estás, mamá, pero Isabel lleva tu nombre, María. Sabíamos que te ibas y no pudimos presentártela ni decirte adiós. No me digas adiós, hija, dime hasta luego. Ahora sé que no hay suficiente consuelo para quien marcha en soledad, ni para los que se quedan. No fue en soledad, una enfermera me abrazó y me dijo adiós. Y lloró por ti, por mí, por la humanidad. Porque la muerte se lo lleva todo, mamá, a la muerte no le importa nada. Hija, la muerte nos habla en silencio, ella siempre está. Recuerdo cuando decías que solo debía importarnos el hoy, que el tiempo es lo único que no volverá, que nos dejamos tanto por decir, por sentir, por vivir… Y que lo hacemos por miedo. Me dirías que por fin he entendido que nos asusta vivir, amar, sentir, que nos aterra el rechazo, el fracaso. Que llenamos el cajón de sastre con los retales de lo que nunca dijimos porque creíamos que todavía hay tiempo. Un te quiero, un gracias, perdona, me he sentido mal, bien, he pensado que… Y lo dejamos para después. Pero quizás no haya un después. Quizás cuando quieras, no puedas. El tiempo es vida, hija, tu mayor tesoro, no seas un retal en la vida de nadie, y que nadie lo sea en la tuya. Al final sabrás que la muerte se anda como la vida. Mamá, sé que debo decirte adiós… y no puedo. Ni quiero…

Cariño, di mejor: hasta luego, mamá, te quiero.

Relato presentado al concurso organizado por Zenda Libros #unaNavidaddiferente

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