En Navidad siempre regreso a la emoción de la infancia, a cuando de niñas, mi hermana y yo decorábamos el árbol con las bolas de cristal y las campanitas; pero era un árbol que sabía a dulce, porque también le colgábamos las chocolatinas y los bastones de caramelo que nos comeríamos después. Además, dejábamos la casa bien coqueta, la vestíamos con el acebo y las guirnaldas, disfrutábamos una barbaridad. Y de la mano de mamá y papá, dábamos paseos por las callejuelas del centro de Barcelona y recorríamos la feria de Navidad, con sus luces, sus villancicos. Aunque siempre, lo mejor, era esperar durante horas para ver la cabalgata y mantenernos despiertas durante la noche más mágica de todo el año; intentábamos pillar infraganti a Sus Majestades, pero nos dormíamos siempre…
Nuestros recuerdos nos enraízan y se engalanan con las luces de Navidad; huelen a cocido, a canelones, a turrón, a las risas de felicidad, a las reuniones con los amigos y la familia.
A todos, amigos, lectores, os deseo lo mejor para estas fiestas, que consigamos mantener la ilusión y que podamos emocionarnos con las pequeñas cosas. Y para los que se fueron, abracemos su recuerdo a la luz de una vela durante los días más señalados.
Que la entrada al 2022 nos traiga un año lleno de felicidad y prosperidad.