Lo primero que hicimos al empezar el curso fue ir contra la página en blanco. ¿Cómo? Con música y lápices de colores. Porque la hoja en blanco, eso que nos aterra cuando nos proponemos empezar a escribir, no es una falta de ideas; si lo pensamos bien, vivimos rodeados de ellas, y lo que nos falta es aprender a conectarlas para generar historias.

Y suele pasar que los adultos creemos que no tenemos imaginación, o por lo menos, no la suficiente como para empezar una historia desde cero y desarrollarla bien. Y es bonito descubrir que todos tenemos tanto por decir, y que suceden tantas cosas a nuestro alrededor, y que hay tanta diversidad en el mundo, tanto por hacer, desear, aprender… que las ideas: sobran. A partir de entonces, de la música y de los lápices de colores, las hojas estuvieron repletas de ideas por contar y, a cada ejercicio, nuevas semillas para futuras historias. Y es que, a veces, surgen de preguntas inesperadas como esta: ¿A qué sabe una ausencia? Y es que contar historias es hablarnos a nosotros mismos y, después, a los demás. Y sí, hubo momentos intensos como estos:

Parecía que la felicidad era un barco lleno de ritmo surcando las olas del mar.

El día que el sol se puso sin ti

Y me dolía el pecho de la emoción, de la felicidad… pero no lloré porque los hombres no lloran.

Escribir es descubrirse a uno mismo: descubrir que hay cosas peores que la muerte, o que el tiempo se detiene para volver a empezar, porque escribimos los finales con nuestro presente, y qué mejor manera que transformar el ahora para conseguir el mañana que desearíamos tener. Hay magia cuando un grupo de personas que se encuentran por primera vez comparten su intimidad. Que la magia perdure, pues, ya que es el motor que nos hace vibrar, soñar, emocionarnos. Y si conseguimos que una emoción se sostenga en el tiempo, podrá convertirse en sentimiento.  

Y, para acabar, os dejo un pequeño regalo, un poema colectivo escrito por los participantes. Al final de la primera sesión les pedí que pensasen cómo se habían sentido y, juntando sus emociones, hilvanamos esto:

Lectura del poema colectivo

Bajando ideas, PENSATIVA, me siento ILUSIONADA por continuar aprendiendo para escribir y expresarme mejor, EXPECTANTE por la claridad de los conceptos que me empujan a iniciar nuevos proyectos. Soy como una ESPONJA, pero en lugar de agua absorbo ideas, porque hoy se ha abierto una puerta asomándome a un EMOCIONANTE UNIVERSO. Y me siento TRANQUILA porque ¡puede ser el principio de una nueva experiencia! Y también CANSADA después de un día largo e intenso, aunque FELIZ porque me lo he pasado muy bien, y porque he aprendido cosas positivas: hoy, el tiempo se ha detenido y me siento NOSTÁLGICO para volver a escribir.

Os deseo mucha felicidad. ¡Gracias, grupo, y gracias, Biblioteca Elisenda de Montcada!

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