De ayer, la hora del pastel, con mis hijos.

Ser madre es lo más difícil que hay, nos enfrentamos día a día a los retos que nos plantean las dificultades de nuestros hijos. A veces no sabemos cómo ayudarles; otras, son nuestro espejo. Y quizás no nos guste algo de lo que vemos. Entonces, me doy cuenta de que he de solucionarlo en mí para poder cambiar el ejemplo que les doy a ellos. Recuerdo la frase de un compañero de escuela, que me dijo allá por el 87: “Qué difícil es educar a los padres”. Ahora, como madre, pienso: qué difícil desaprender lo que hago mal para reaprender y hacerlo mejor. Lo hago por ellos, reconstruirme yo para que puedan superar mis limitaciones. Y pasan los años, crecen, se hacen mayores; entonces, les pido consejo, qué piensas, cómo lo harías, ¿te gusta? Son mis grandes maestros, la luz de mi vida.


Ayer fue un día especial gracias a ellos y a vosotros. Gracias a todos por vuestra compañía, vuestros mensajes y buenos deseos, llamadas, felicitaciones, el sentimiento es mutuo, os deseo siempre lo mejor. Un año más sabia, un renacer, un cumple vida (como dice mi amiga Araceli). Gracias a todos por estar en mi vida.

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