¡Hoy es el día!, pensó Julia después de desayunar. Entonces, guardó unas galletas y un par de zumos en la mochila. Mandi, quédate en casa, insistía, pero su gato quería acompañarla sí o sí. Quizás porque cada noche al irse a dormir, la pequeña preguntaba: Mamá, ¿por qué está embrujado el bosque? Y mientras Mandi se acurrucaba con ella en la cama, mamá le explicaba la historia del bosque encantado y de las mariposas mágicas.
Así es que esa mañana, Julia y su gato Mandi entraron por el valle que conducía al bosque. No te alejes tanto, Mandi; deja a esa lagartija en paz; si haces rodar tanto a ese caracol se va a marear, decía mientras caminaban por el sendero del río. Al fondo, una corona de montañas con algo de nieve. Mira cómo tocan el cielo, seguro que la yaya podría bajar si la llamásemos fuerte; y el gato, siempre atento, respondía miau. El camino empezaba a subir hasta llegar a un puente de piedra de esos que tanto resbalan y, tan antiguos, que nadie sabe cuántos años tiene. Al otro lado, el bosque.
Se adentraron por el camino que serpenteaba como una culebra entre árboles, arbustos y oscuridad, hasta que por fin se abrió un claro profundo y musgoso. Huele a flores, pensaba Julia; pero se oían ruidos extraños y, de fondo, el río. Tú no tienes miedo, ¿verdad, Mandi?, pues yo tampoco. De repente, una pequeña luz, y dos y tres bailando una coreografía como nunca se habrían imaginado. Ya vale, niñas, se oyó a lo lejos. Julia se volteó intrigada y vio a una mariposa azul que, con su varita, transformó a las lucecitas en pequeñas mariposas azules. Somos las Azulitas, reían traviesas mientras revoloteaban alrededor de Julia y molestaban a Mandi, que intentaba atraparlas.
Esa noche, Julia le dijo a mamá: hoy seré yo quien te explique porqué Bujaruelo está embrujado. Mamá sonreía de felicidad. Es cierto, mamá, insistía, y algún día yo también seré una mariposa azul. Pero mamá no creía ni una sola palabra. Así que, a la mañana siguiente, Julia se la llevó al bosque. Pero ¿no las ves?, preguntaba. Y de verdad que mamá no veía ni una sola mariposa azul. Hasta que la pequeña recordó que le habían dado un saquito de polvo mágico: polvo de hadas para volver a creer, dijeron. Y le sopló un poquito a mamá y dijo: Ven, agáchate, mira allí al fondo, ¿las ves? Una, dos, tres, cuántas mariposas, ¡y todas son azules! Mira, ahí está María libando el néctar de las azucenas silvestres, y detrás de la seta con sombrero, Laura, la maestra con sus azulitas. Y mira, ¿ves ese tronco de roble dormido con las raíces enormes que respiran sobre la alfombra de musgo? Pues ahí, en sus huecos, es donde se transforman en mariposas. Y se acercaron emocionadas y vieron cómo entre la oscuridad brillaban millones de pequeñas luces.
Al atardecer, en el bosque se celebró una gran fiesta. Y llegaron mariposas, duendes y hadas, elfos, gnomos, incluso algún trol que tuvo que limpiarse los pies para poder pasar. Las luciérnagas se metían dentro de las copas de las flores y encendían sus luces iluminándolo todo. Había mil y una maravillas para comer y beber, zumos de bayas, piruletas de jazmín, bombones de espliego… Incluso había una orquesta con guitarras, flautas, tambores, y pasaron la noche cantando, bailando y riendo. Al alba, con la primera luz del día en el territorio Azul, despertaron juguetonas las azulitas más niñas, que revoloteaban entre sus griteríos para despertar al resto del pueblecito que, con tanta pereza, empezaba a faenar de flor en flor, de rama en rama. También despertaban las rastis, que eran las que se encargaban de llenar la despensa de la comunidad. Mamá despertó a Julia que, feliz, preguntó: ¿me crees ahora, mami? Claro que sí, eres mi mariposa azul. Y con la calidez de un abrazo, regresaron a casa con Mandi.
Dicen que Bujaruelo está embrujado.
Dicen que Bujaruelo está embrujado porque de noche, sobre el murmullo del río, se oyen cosas extrañas. Es el bosque que habla dulce y sabio como las caricias de mamá, porque las que ya no están, las abuelas, madres, hijas, tías, permanecen como el aleteo de las alas invisibles que llevamos en nuestro interior. Y con su amor y sabiduría siembran la tierra que será regada con la lluvia del bosque. A todas vosotras, mujeres, ¡gracias!
Relato colaborativo que surgió a raíz de un juego que organicé en Facebook durante el confinamiento por covid-19. ¡Muchas gracias por participar!
Mandi