Cuando llega el frío y llueve, cuando la bruma cubre las montañas y caminas sobre un arrebol de hojas de otoño. Cuando llega el viento del norte y te tapas lo justo para sentir ese poquito de frío que te estimula. Y sobre el cielo hay nubes grises como pegotes que descargan su lluvia mientras el viento las empuja con rapidez. Entonces, te das cuenta de que el viento es como la vida: lo agita todo.

Si me preguntasen qué es la vida, diría que la suma de pequeños momentos: algunos nos aportan felicidad. Otros, tristeza. Otros, soledad. Y todos forman parte de los grandes momentos del hombre. Me decía un amigo poeta que él disfruta de la tristeza porque es un estado de inspiración. Yo añadiría, además, el de la soledad. Porque disfrutar del amor, de la diversión, de la buena compañía es fácil, pero disfrutar de la tristeza y de la soledad, eso hay que aprenderlo. Y hacer esas pequeñas cosas que nos aportan bienestar, ayuda. A mí me gusta caminar por el bosque bajo la lluvia, me libera. Y después, sentir como el sol vuelve a nacer detrás de las nubes. Y con suerte, el arco iris.

De regreso a casa, una bandada de pájaros alza el vuelo sobre un trozo de cielo azul. Y cuando el calor de una ducha te reconforta, y tu gata te espera para estar junto a ti en el sofá, y te preparas un té con un delicioso trozo de tarta. Y cuando decides inspirare en el paseo de hoy por el bosque para escribir tu próxima entrada del blog, que será el relato para una revista; pues esas pequeñas cosas, todas juntas, me dan la felicidad.

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