Al final, solo queda la luz del amor hacia uno mismo. Y si conseguimos emerger desde ahí hacia los demás, liberados del ego y del juicio, sentiremos las derrotas como triunfos de aprendizaje y los fracasos como grandes lecciones de vida. Entonces, merecerá la pena vivir y sentir. Os deseo ánimo, fuerza y felicidad para el 2019.
Dicen que este año será difícil ver al niño Jesús en nuestro pesebre: tengo gatos. Las Navidades pasadas ya tuve problemas con Baltasar, tras una semana desaparecido lo encontré debajo del sofá. Por suerte, llegó a tiempo para la adoración.
Busco al niño Jesús pero continúa sin aparecer; la verdad es que no recuerdo haberlo perdido. Por eso creo que se este año ha decidido irse de ocupa a algún pesebre cercano, al de algún vecino, pero que sea al de arriba porque el de abajo también tiene gatos. Algún amigo me ha dicho que esté tranquila, que hasta el 25 de diciembre no ha de nacer, que espere. Pero contemplo a la Virgen María y no la veo en estado, algo que, sin pretender ser irreverente, me preocupa todavía más. Aun con todo, la esperanza es lo último que se pierde: aparecerá.
A estas alturas de mi vida, la Navidad no me emociona especialmente, tal vez porque veo la miseria que hay en el mundo. Miseria que vive a costa de nuestro ritmo de vida, de nuestra sonrisa y felicidad capitalista (aunque en secreto tantas personas confiesen que la Navidad les deprime tanto como a mí).
Os doy las gracias, lectores, por seguirme y acompañarme, porque vuestro apoyo es el mejor regalo. También a mis amigos, que sostienen mi ánimo cuando flaqueo, y a todos los que me ayudáis desinteresadamente compartiendo conmigo vuestro tiempo, trabajo y experiencia para que mis proyectos sigan adelante.
A todos, feliz Navidad y que el 2018 os traiga amor, felicidad y muchos éxitos profesionales y personales.