El sabor de la felicidad

El sabor de la felicidad

El pequeño pueblo de Massalcoreig huele a pan recién horneado. Es la hora de la siesta y elaboran la segunda hornada del día. Dentro de poco, los niños saldrán de la escuela, oscurecerá y comprarán la merienda: un panecillo, unas magdalenas, un cruasán de chocolate… Otros, el pan para cenar. Es el aroma de Cal Ambrosio, el que huele a dulce, a pan, a coca de azúcar; el que se escapa tranquilo para inundar las calles de felicidad. El que te hace soñar.

Me encanta el crujir de la costra de pan y sentir cómo la ternura de su miga florece en mi boca.  Y el mordisco tierno y dulce de los cruasanes, la esponjosidad de las magdalenas… No sé, hay tanto en cada bocado… que lo mejor es descubrirlos uno a uno, sin prisa, sin pausa. Y luego, volverlos a probar. El pan y su aroma forman parte de nuestra felicidad, aquella que va de fondo; la que, con el tiempo, llega a ser lo normal, lo que siempre está, lo que pierde valor. Pero que si te falta, añoras.

En Cal Ambrosio, además de panaderos, son pasteleros. Por eso, cuando llega San Valentín solo ves corazones: de trufa, de crema, de nata, con fresas, querubines… Y cada uno luce distinto porque nunca hay dos iguales. Creo que son como con las personas: todas tenemos amor, pero cada una ama y siente de una manera distinta. Allí, los días de Pascua son mágicos porque, de repente, nacen pollitos y gallinas entre plumas de colores. Pero, además, mantienen la tradicional Rosca de Pascua en forma de anillo, elaborada con pan dulce y decorada con un huevo duro: está vinculada a la resurrección de Cristo y representa el nacimiento y la fertilidad, la continuidad, el renacer eterno. También me encantan las coques de Sant Joan, los panellets (unos dulces típicos de Catalunya elaborados a base de almendra, patata, huevo y azúcar). Y lo mejor: un gran mordisco de tronco de árbol de Navidad para sentir cómo su ternura, dulzor y elegancia se funden en mi boca.

Parece que en el obrador de Cal Ambrosio todo sea fácil y bonito. Pero es un oficio sacrificado: muchísimas horas de trabajo con horarios partidos entre el día y la noche, trabajar con mucho calor durante el verano, repartir antes de la madrugada, irse a dormir mientras la familia se prepara para el desayuno… Porque un buen pan se valora cuando se come, aunque pocos sepan qué hay detrás del placer de comerlo. Quizás sea como la vida, como la felicidad: para quien sepa apreciarla, sabrá que hay tristezas y alegrías, que no siempre es bonita pero que, al final, compensa. Sino, no era felicidad. Sino, no tendríamos pan.

Massalcoreig huele a pan recién horneado. Son aromas que te hacen soñar. Y sueñas con lo bonito. Aunque, para mí, lo mejor es que en Cal Ambrosio me siento como en casa.

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En un vergel de amor…

En un vergel de amor…

Me sentía tan emocionada, que me puse a correr y a saltar. Cuánta ilusión, belleza y libertad. Estaba ansiosa por conocer y descubrir, vibraba contemplando el paisaje. ¡Nos quedaba tanto por vivir y sentir!

Aquel camino largo y llano fue, hasta los años sesenta, una línea de ferrocarril de vía estrecha que circulaba entre valles y montañas. De repente, nos adentramos en un frondoso tramo excavado entre rocas. A lo lejos, escuchamos un salto de agua. Nos deslizamos por un sendero que bajaba por el espeso bosque hasta que se abrió, ante nosotras, una gran poza en un claro oscuro. Nos tumbamos en la orilla a resguardo del sol. Entonces, pensé en cómo escribiría una escena de amor, de mujer a mujer, inspirándome en aquel vergel que me transportaba a lo bucólico y pastoril. La empecé así:

Si pudiese… solo si pudiese decir lo que siento, diría más de lo que quiero. Ayer soñé que estábamos tú y yo en el río. El agua bajaba dulce para vestirme, mientras la bruma se disipaba con el candor de tu lira y de tu voz.  Al despertar recordé tu piel, tan blanca y pura, que cuando tu pie desnudo se posaba sobre el manto del arroyo, el río mismo se estremecía por tu virginal figura. Y hoy, desecha por la pasión, he trenzado una guirnalda de mirtos para coronarte fresca y bella: eres mi musa y te adoro. Soy como la pastora de estrellas, que ansiando el día teje feliz un manto de flores en las laderas verdes para que, a tu paso, todos contemplen tu belleza. Eres más clara que el sol, la doncella más digna y pura.

El chapuzón de mi amiga me despertó. Parecía una ninfa. Continué:

Te observo mientras colocas un cesto frutal en honor a Vesta. Y, por fin, me decido. Me acerco y te digo casi con un susurro: Quiero perderme contigo bajo el manto de un lecho. Y respondes: ¿Qué Dios ha consentido jamás que las vestales sintamos este amor prohibido? No sufras, te digo. Y rozo tus dedos y tomo tus manos para robarte un primer beso de amor. Tu aliento ajazminado rompe el silencio en un suspiro fugaz, temeroso por lo prohibido.

Entonces, recordé la mañana en que bauticé aquel lugar como En un vergel de amor… Fui de fin de semana con mi pareja y, el día antes, descubrió la poza y quiso llevarme para hacerme feliz. Abrí un paréntesis en mi relato y, pensando en él, escribí:

Junto a ti, los días son como un amanecer limpio y sereno cuando el sol, tras mudar su luz, me inunda de brillo y color.

Vía Verde Girona-Olot, la antigua línea de ferrocarril.
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Blanca y Elisa: Sant Jordi 2019

Blanca y Elisa: Sant Jordi 2019

Muchas gracias a todos por el gran día de ayer, lectores, seguidores, amigos y compañeros. Gracias por los momentos compartidos y por los que estén por llegar.

Por la mañana estuve en la editorial, Pagès Editors (Lleida), en un acto sencillo y emotivo donde me encontré con mis colegas de profesión, gente estupenda con quien compartir la emoción de la escritura y de quien aprender, siempre. Después, en Igualada, estuve en Llegim…? Llibreria para la firma de ejemplares de Blanca y Elisa. Y ya de tarde, fui a Martorelles de la mano de la Biblioteca Montserrat Roig, donde también dediqué algún ejemplar, conocí a alguna autora local y realizamos juntas una pequeña lectura de nuestra obra.

Fue un día espectacular lleno de vida y emoción. Os dejo una pequeña galería para que veáis cómo fue todo.

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Blanca y Elisa en Inglaterra

Blanca y Elisa en Inglaterra

Me gustaría enseñaros algunas fotos de mi último viaje a Maidstone y Brighton, dos de los lugares en los que me inspiré para Blanca y Elisa. Porque siempre nos gusta, cuando leemos una novela, reconocer los lugares que aparecen en ella.

Para quienes la hayáis leído, sabréis que en Maidstone suceden cosas importantes, lo primero es que durante el siglo XIX vivieron Margaret y Elisa Parrington. Como por aquel entonces se viajaba en coche de caballos o en tren, me decidí por el tren (será que en carroza hubiese sido difícil). Si os fijáis en la foto 1, veréis la bonita bienvenida que nos da la estación: tiene una reproducción de un mapa del siglo XIX con los principales puntos de interés que hay en la zona. En la foto aparezco yo pero podría ser Blanca investigando la vida de Elisa. Y cómo no, lo primero que hice fue encaminarme hacia All Saint Church, la iglesia donde bautizaron a Elisa.

En la foto 2 me veis por el sendero que rodea la iglesia. La verdad es que me produjo una sensación extraña porque, de repente, me vi paseando entre tumbas por el camino que serpentea hasta la iglesia. Ya habréis imaginado que cualquiera de esas lápidas podría ser la de Margaret o la de Elisa. En la foto 3 podéis ver la torre del campanario con su reloj azul. ¿Os acordáis que en la novela, durante la noche de tormenta del 16 de marzo de 1859, esta torre sufre daños al caerle un rayo?

All Saint también es importante porque, en la rectoría, Blanca encuentra varios documentos como partidas de nacimiento y defunción, y una sentencia de divorcio fechada en 1853, algo que la sorprende muchísimo pero que la ayuda a continuar sus investigaciones. Por desgracia, no encontré a Sor Agnes ni a Su Ilustrísima comiendo suspiros a la crema de orujo, pero en la iglesia (foto 4) me llevé una grata sorpresa porque había una coral femenina ensayando para el concierto de esa misma noche, voz y campanas, impresionante (quizás estuviera cantando sor Dorothea…). Después, paseé por los alrededores durante un rato y encontré la casa que podría haber sido la de Sir Albert Curthley, ¿os gusta? (foto 5). Finalmente, como seguía los pasos de Blanca, visité el castillo de Leeds, que es impresionante y está a las afueras de Maidstone (fotos 6-7).

Como curiosidad, contaros que también visité Rochester, que no aparece en Blanca y Elisa pero que está muy cerquita. Os lo quería explicar porque Rochester forma parte de la ruta literaria de Charles Dickens, ya que allí se inspiró y escribió varias de sus novelas (foto 8). Y en Navidad, se celebra un festival en su honor con multitud de representaciones de sus obras. Además, tienen un castillo precioso (foto 9). Después, me encaminé hacia Strood (foto 10).

Más tarde viajé hasta Brighton. Me alojé en el Hilton Brighton Metropole y quedé enamorada. Su interior me recordó al Bedford Royal Hotel, y aunque en mi habitación no había una cama con dosel, era todo era lujo y elegancia (fotos 11-12-13).

Para el paseo marítimo de Southampton, desde donde Elisa y su padre parten hacia Funchal en otoño de 1851, me inspiré en Brighton. Estos paseos a lo largo del muelle eran uno de los pasatiempos favoritos de la época (fotos 14-15-16); el de Southampton fue inaugurado por la duquesa de Kent y la princesa Victoria en julio de 1833. Normalmente, iban los pasajeros de los transbordadores y de los barcos de paseo, y seguro que Elisa y el señor Parrington disfrutaron allí antes de su travesía.

Y, desde Brighton, directo al aeropuerto de Gatwick, en Londres. Busqué a Blanca pero no la vi, quizás fue otro día cuando viajó hacia Altaussen, Austria, para continuar con sus investigaciones. Pero para mí ya era el final del viaje.

¡Cuántos días llenos de grandes momentos!

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¿Qué dijimos de Blanca y Elisa en Martorelles?

¿Qué dijimos de Blanca y Elisa en Martorelles?

Paula Colobrans volvió a Martorelles, esta vez no para realizar un taller o laboratorio de lectura, sino para presentar y hacer tertulia de su primera novela: Blanca y Elisa.
Blanca y Elisa es una novela con ingredientes autobiográficos que está a caballo entre romántica, histórica y de intriga. Colobrans detalló y presentó, con fotografías y explicaciones, los lugares y ambientes reales en los que se había inspirado: desde Madeira a Nueva York, pasando por ciudades como Barcelona, Londres o París, a pueblecitos como Santa Maria de Souillac. Ambientaciones muy reales y detalladas por la autora que sirven, durante la novela, para enmarcar las tramas amorosas e indagaciones históricas y familiares, combinando las lecturas de cartas con los sueños de la protagonista.
Una protagonista, Blanca, que es también la voz principal de la novela y que fue motivo de cierta envidia por parte de algunas participantes de la tertulia, ya que Blanca puede dedicarse a escribir, viajar y mantener un buen nivel de vida gracias a la fortuna de su marido. Aunque, a la vez, es víctima de ese mismo matrimonio porque la relega a una convencionalidad anodina. En este sentido, se plantearon posibles desenlaces alternativos a las dificultades y crisis que la protagonista debe afrontar.

La conversación derivó sobre las desigualdades, históricas y actuales, entre hombres y mujeres en el ámbito doméstico y en el mundo laboral. Finalmente, las lectoras animaron a la autora a seguir escribiendo y a consolidar su estilo. Además, avanzó que tiene entre manos una segunda novela sobre las mujeres durante la Guerra Civil.

Para leer el original de la reseña (en catalán), os dejo el enlace a «En una Petita Biblioteca», su fantástico blog sobre el club de lectura:

https://enunapetitabiblioteca.blogspot.com/2019/03/blanca-y-elisa-de-paula-colobrans.html?showComment=1554966957637#c124976343183861394

Para leer mi reseña particular:
https://paulacolobrans.com/actividades/blanca-y-elisa-en-martorelles/

¡Gracias!

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Blanca y Elisa en Martorelles

Blanca y Elisa en Martorelles

Qué gran acogida el pasado viernes 29 de marzo en del club de lectura de la Biblioteca Montserrat Roig de Martorelles. La presentación y charla se enmarcó dentro de las actividades Lletres i Vins 2019 (‘Letras y Vinos’), un proyecto que acerca la cultura del vino a las bibliotecas. Y no es de extrañar, porque la trama de Blanca y Elisa comienza a raíz de la muerte de tía Elvira, una abuela centenaria propietaria de Vinícolas Bradley, en Madeira.

Comencé la velada con una presentación en Power Point con fotografías de los lugares donde me inspiré para la novela, que tiene algo de bitácora de viaje. Contextualicé el relato y les mostré la iglesia de All Saint Church con sus alrededores y el castillo de Leeds (en Maidstone), la abadía de Souillac (Francia), Ordino y su Pleta (en Andorra), lugares llenos de encanto pero poco conocidos. Además, les mostré algunos de los sitios concretos de Londres, Funchal, París y Austria que aparecen en Blanca y Elisa.

En el club de lectura de la Biblioteca Montserrat Roig de Martorelles

Y desde ahí mantuvimos una amena charla comentando los diferentes aspectos del libro que les llamó la atención durante su lectura. Además, hubo un intenso debate sobre si Blanca evoluciona o no durante la novela. La cuestión se centró en el hecho de que, al divorciarse, vive de una generosa pensión y su siguiente pareja es, como su ex marido, un hombre rico. Esto generó algún recelo, pero mi punto de vista es que Blanca sí evoluciona porque es ella quien decide divorciarse y aprender a vivir por sí misma gracias a su trabajo, consciente de que su nivel de vida bajará. Y esto es independiente de si al final consigue o no una buena pensión, algo que, a priori, no podía saber. Es decir: Blanca no deja a su marido cuando encuentra a otro que le asegure que continuará con su nivel de vida, sino cuando descubre que su vida acomodaticia y emocionalmente vacía no la hace feliz. Porque a veces, uno no sabe qué es la felicidad y vive como cree que deben ser las cosas, hasta que descubre que algo o todo puede ser diferente.

Otro aspecto importante del que se habló fue el de la auto censura. Les expliqué cómo, en determinados momentos, me adapté al concepto general de moralidad para evitar sentirme juzgada y que, además, en algún momento elegí lo que creía que preferiría el lector. La reacción fue unánime diciendo que yo, como escritora, puedo hacer y decir con mi escritura lo que se me antoje y que nadie tiene por qué juzgarme, porque esos tiempos han pasado ya. ¡Cuánta razón!

Hubo también sorpresas entre los asistentes: Una de las participantes fue entrevistada en «La Fabriqueta». Estirant els fils de la història , documental destinado a recuperar la memoria histórica de la empresa Hilaturas Marta de Martorelles (1948 a 1975) y a todos sus trabajadores. Además, conocí a Mónica Esbert, una escritora premiada y con varios libros publicados, a quien le encantó Blanca y Elisa.

Y todo, degustando el vino Pansa Blanca del Celler Can Roda: exquisito.

Fue un placer conversar y compartir vuestras impresiones y reflexiones sobre Blanca y Elisa, y sobre la vida en general. Son momentos mágicos que me hacen feliz. Muchas gracias, Marcel, por la invitación, y a todos por esta deliciosa tarde.

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¿Justicia sin jueces?

¿Justicia sin jueces?

Aprovecha para decirlo todo, que papá no se enterará, dijo mi hermana a toda prisa cuando salía de su charla con el juez, el que debía decidir sobre las condiciones definitivas del divorcio de nuestros padres. Yo tenía once años. Entré al despacho y aquel señor preguntó: ¿Quieres vivir con tu padre o con tu madre?. Y yo, haciendo caso a mi hermana, respondí: Mi padre no quiere verme, así que yo a él tampoco. ¿No quieres estar con tu padre?, insistió. No, le dije. Mi padre no quiere verme. Nos trata mal, bebe, juega y pega a mi madre. ¿Por qué querría verle?

Y ahí acabó todo. Yo quedé satisfecha. Mi hermana quedó satisfecha. Y el juez sentenció que mi madre no merecía la pensión completa sino la mitad, porque una de sus hijas había rechazado ver a su padre, porque era una mala hija educada por una mala madre. Y el día que mamá llegó a casa tras conocer la sentencia, empezó a chillar que de quién era culpa de que no le diesen todo lo que merecía, que cuál de las dos había dicho que no quería ver a su padre. Y durante veinticinco años viví con el miedo de que se enterase de que la culpable fui yo: y a cada enfado por nuestra situación nos exigía, entre gritos, saberlo. Entonces, mi hermana y yo nos mirábamos y guardábamos silencio. Y no fue hasta que, muy de adulta y gracias a varios meses de terapia, comprendí que aquello no fue responsabilidad mía sino del juez.

Afortunadamente, eso sucedió hace hace más de treinta años y ahora las cosas están cambiando. Y mucho. Me acordé de esta anécdota cuando, el pasado junio, asistí a una mesa redonda en Igualada (Barcelona), donde varios psicólogos y un juez hablaron sobre la mediación en la coparentalidad. Es decir, sobre cómo llegar a acuerdos favorables para ambas partes (padre y madre) en beneficio de los hijos y de la familia. El evento concluyó tras la animada charla del juez cuando dijo: «no vayan nunca a un juzgado para resolver un conflicto«. Y nos arrancó una sonrisa.

El próximo lunes 18 de marzo se celebrará otra mesa redonda en Igualada. Además, se presentará el libro Justicia sin jueces, del magistrado Pascual Ortuño, donde ofrece alternativas a los procesos judiciales a favor de la mediación. Aspectos tan importantes como entender que cuando se habla de conflicto dentro del ámbito familiar, una demanda judicial es una declaración de guerra y que, si hay hijos, ellos serán las primeras víctimas, es importantísimo. También, que más de la mitad de los procesos se podrían resolver favorablemente para ambas partes si hubiese una adecuada negociación. Porque, frente a un conflicto, vencer y ganar no es lo más importante, sino que a través de la mediación se podría conseguir que cada parte pudiese imaginar las razones de la otra, que se preguntasen qué causas han motivado las discrepancias y qué dificultades deberían superarse para llegar al consenso: y aquí, la terapia familiar puede ser fundamental. Y es que, en un proceso judicial, sentencia y justicia no son sinónimos. Aunque en España la negociación suele provocar recelos o se desconoce, en la cultura anglosajona una demanda judicial es la última alternativa, porque encontrar una solución acordada entre ambas partes es más rápido y beneficiosa, tanto a nivel económico como emocional y, al final, los acuerdos suelen cumplirse más y mejor.

A veces pienso en cómo hubiese sido mi vida si hace treinta y cinco años, mi familia hubiese tenido la oportunidad de optar a la mediación de coparentalidad y a la terapia familiar. También, sobre cómo me habría sentido si alguien me hubiese escuchado sin juzgarme negativamente por no querer ver a mi padre, un maltratador denunciado durante años. Entonces, aquel juez castigó a mi madre por lo que yo dije; hoy, la habrían ayudado a salir del infierno.

El juez Pascual Ortuño es, actulamente, Magistrado de l’Audiència Provincial de Barcelona, referente en Cataluña e  Iberoamerica en el fomento de las alternativas al litigio judicial en la resolución de conflictos, y
profesor de Resolución Alternativa de Conflictos en la Universitat Pompeu Fabra.

Este acto está organitzado por el  Grup de Treball de Coordinació de Coparentalitat de la Secció d’Alternatives de Resolució de Conflictes del Col·legi Oficial de la Psicologia de Catalunya, junto con la Associació de Psicòlogues i Psicòlegs de l’Anoia. El acto es gratuito y abierto a todo el mundo. Inscripción previa en: www.copc.cat/cursos o al 932 478 650

Mesa redonda próximo lunes 18 de marzo
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Ya casi es primavera

Ya casi es primavera

Sueño que mi despacho da a un precioso jardín y que vivo en una cottage de la costa inglesa. Y lo lleno de flores y de plantas, de belleza, de armonía. Y entonces, me acuerdo de un maravilloso viaje a Inglaterra que hicimos mi pareja y yo justo antes de Navidad. Nos alojamos en casa de unos amigos y mirad qué precioso jardín invernal, seguro que ahora ya estará salpicado de flores. Les preguntaré. A ver si me animo y os cuento en mi próxima entrada cómo fue todo, y os enseño las fotos de algunos lugares que visitamos y que aparecen en Blanca y Elisa.


Porque, a veces, estar bien es tan sencillo como crear un buen ambiente hogareño. Y es que, aunque viva en un piso de ciudad, ya se acerca la primavera.

Una habitación con vistas en casa de Paulette y David
Acondicionando mi despacho ahora que llega la primavera
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Recuerdo días. O mejor: momentos

Recuerdo días. O mejor: momentos

¡Por fin libre!, pensé. Y por primera vez en veinte años, empecé a sentir que mi casa era un lugar cómodo y lleno de tranquilidad. Hice limpieza de armarios, cambié cortinas, cuadros, pinté el piso, y renové todo lo que pude. Sin pedir permiso. A mi gusto. Sin preguntar: era mi espacio y lo quería limpio, bonito y ordenado. Y empecé a reír junto a mis hijos y a ser feliz sin sentirme culpable. Y entonces, con los meses, apareció otro hombre en mi vida, también divorciado y con hijos.  

Y cada uno en su casa. Recuerdo la primera vez que limpió mi cocina porque yo me encontraba mal. Vino a comer y al acabar dijo: estírate que ya limpio yo. No me lo podía creer. Es más, al principio me negué porque ese era mi trabajo. Pero después acepté y me fui a dormir. Y, al despertar, parecía un milagro, ¡todo limpio y ordenado! Cuando fui a darle las gracias y explicarle mi sensación de bienestar, respondió: pues así es como me siento yo cuando tú arreglas mi casa. Y me di cuenta de que yo, como una autómata, limpiaba su casa porque formaba parte de mi rutina diaria. Ay, cuántas enseñanzas desde tiempos inmemoriales… Pero, ¿cómo es que limpiaba su casa y mi casa sin darme cuenta? Entonces, vi mi error: siempre daba exageradamente. Si se puede dar un cien por cien, yo entregaba el ciento diez, y él se agobiaba. Y yo siempre insistía en hacerme valer. ¿Hacerte valer?, se exclamaba. No hace falta que me des tanto, no quiero tanto, tu problema es que no te ves a ti misma, no te das cuenta de lo que vales. Y repetía: sé tú misma.

Y me puse a pensar. Y descubrí que no sabía quién era yo, que siempre me olvidaba de mí, de lo que yo quería. Así es que me propuse algo nuevo: a ser positivamente egoísta. Decidí que le daría el setenta por ciento y, el resto, para mí y mis proyectos. Y me costó. Pero aprendí.

También recuerdo la primera vez que me abrazó al despertar, que me dio los buenos días. Que me acunó. Y ese gesto, el que yo había entregado durante tantos y tantos años, cobró vida en mí porque lo recibí. ¡Y lo recibí sin tener que pedirlo! Y descubrí que los abrazos, además de curar, te protegen. Porque todo cambia cuando empiezas el día con amor. Porque a las mujeres nos enseñan fatal, nos enseñan a dar sin recibir. Y a los hombres les enseñan fatal, les enseñan a no escuchar porque la sensibilidad es una cualidad femenina. Ay, cuántas vidas insatisfechas. Y reivindiqué mi derecho a recibir de la misma manera que daba, porque ni yo te daré porque es mi obligación, ni tú recibirás porque es tu privilegio.

Y fue así como, poco a poco, entendí que todo lo que había entregado durante años tenía valor, que era un tesoro, que merecía a mi lado a un hombre que se sintiese feliz cuidándome, y que me aceptase con lo bueno y con lo malo, igual que yo a él.

Recuerdo días. O mejor: momentos. Son los de la primera vez: el primer día que limpió mi cocina, el primer abrazo al despertar, el primer regalo… Aquellos en los que la conciencia se abrió a un nuevo aprendizaje: el del equilibrio y la felicidad.

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¡Perrault, no me expliques cuentos!, en Tona

¡Perrault, no me expliques cuentos!, en Tona

Qué bonito el nivel de participación y la implicación durante el curso que impartí en la Biblioteca Caterina Figueras de Tona. Y aunque todos los cursos sean interesantes, este tuvo la particularidad de ser amplísimo respecto a la franja de edad, lo que aportó una perspectiva diferente en cuanto a las experiencias de vida femenina. Hubo un grupo de mujeres nacidas y educadas durante la dictadura, otro durante la transición y, finalmente, nuestro relevo generacional: las chicas de tercero de ESO.
Y no es que sea un curso exclusivo para mujeres, es que, en general, son las únicas que se matriculan.

El curso se desarrolló en dos sesiones intensas entre las explicaciones y los debates que se generaron, que culminaron con lo más divertido: la realización de los ejercicios prácticos. Entonces, la clase decidió que los grupos de trabajo se compondrían de mujeres de todas las edades para poder contrastar y enriquecerse con los diferentes puntos de vista. Creo que aquella decisión, la de trabajar mezclando a jóvenes y a mayores, fue importante porque es la propia mujer quien tiene el primer conocimiento de sí misma; y así, con su sabiduría y comprensión femenina, puede enseñar a las más jóvenes. Y estas, a su vez, aportan novedad a la experiencia. Para mí esto es equilibrio. Lo curioso fue que, al poner en común los trabajos de cada grupo, nos dimos cuenta de que ambos habían decidido reelaborar algún suceso del cuento de Cenicienta introduciendo la sororidad femenina (‘ayuda entre mujeres’) :

  • Las primeras escribieron una escena que sucedía durante una comida familiar, momento en que Cenicienta le explicaba a su padre que quería estudiar ingeniería espacial en la universidad. Inicialmente, él y la madrastra se negaban, pero las hermanastras la apoyaban y al final, entre las tres, Cenicienta conseguía su propósito. Así, dieron espacio a que las nuevas generaciones consigan superar las limitaciones ideológicas que arrastran tanto a hombres (negarse a que la hija proyecte su vida como ella decida), como a mujeres (ser sumisa para encontrar un buen marido).
  • Las otras trabajaron sobre la escena de las campanadas: cuando Cenicienta pierde el zapato regresa para recogerlo. Y allí, en las escaleras de palacio, se encuentra con otra Cenicienta que, como ella, se plantea si ese modo de vivir es lo que realmente quiere. Ambas deciden que no les apetece seguir un guion impuesto y huyen para iniciar una nueva vida, ahora llena de libertad. De nuevo, el propio sistema es superado en beneficio de encontrarse a sí misma y escoger el propio destino.

Al finalizar el curso, presenté mi novela Blanca y Elisentre aquel público tan receptivo e interesante.

Muchas gracias, Biblioteca Caterina Figueras por la gran acogida y la calidez de las participantes.

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