La conferencia quedó enmarcada dentro del ciclo de actividades del Día Mundial de la Mujer del 15 de marzo de 2018. Fue organizada por APPA (Associació de Psicòlogues i Psicòlegs de l’Anoia), en colaboración con la Biblioteca Central d’Igualada y l’Ajuntament d’Igualada.
En la nota de prensa podréis leer un resumen del contenido:
Aquí tenéis la traducción de la Nota de prensa, cuyo enlace encontraréis más abajo:
El jueves pasado tuvo lugar, en la Biblioteca Central
de Igualada, una conferencia donde Paula Colobrans, música, escritora e
investigadora de cuentos de hadas, habló sobre algunas escritoras de los siglos
XVII, XVIII, XIX silenciadas por el patriarcado. El acto, enmarcado dentro de
las actividades del Día Mundial de la Mujer, estuvo Organizado por la
Asociación de Psicólogas y Psicólogos del Anoia (APPA) y el Ayuntamiento de
Igualada-Biblioteca Central.
El Objetivo de la conferencia era poner de manifiesto
que no existen versiones originales de los cuentos clásicos, ya que provienen
del folclore popular desde hace siglos. Por ello, los cuentos van adaptándose a
momento histórico y cultural en el que se explican. De hecho, aunque parezca
que su mensaje es siempre el mismo: la sumisión de la mujer, el problema es que
sólo nos han llegado las versiones escritas por hombres (Basile, Perrault, los
hermanos Grimm…) al servicio del patriarcado. Pero ¿dónde están las escritoras
de cuentos de hadas?
Entre las mejores conocimos a Marie-Catherine Jumel-Barneville (Madame d’Aulnoy), autora contemporánea a Charles Perrault, y comparamos el mensaje que cada uno transmite en sus cuentos: mientras que en Perrault las princesas solo tienen belleza y dulzura (porque es la única manera de conseguir marido), paciencia y resignación aunque las maltraten (para demostrar que son virtuosas y merecedoras de ese marido), en Madame d’Aulnoy, además de guapas, estudian, gobiernan, son inteligentes, osadas, valientes hasta salvar su propia vida, ponen a prueba el amor de sus pretendientes y escogen si quieren casarse y con quién. Lo mismo podría decirse si comparamos las versiones de los hermanos Grimm (muy en línea con Perrault), con las obras de un grupo de mujeres llamadas las Kaffeterkreis: en sus cuentos las protagonistas aprenden a ser independientes y viven la vida como ellas quieren, algo impensable en el siglo XIX, educadas para el matrimonio y el hogar como única meta en la vida.
También se habló de la visión que tienen algunas
escritoras contemporáneas sobre los versiones escritas por Perrault y los
Grimm, y de cómo introducen temas nunca expresados los cuentos de hadas: el
amor entre mujeres, personajes femeninos que eligen a los hombres pensando en
su propio benéfico sexual, o la pasión necròlfila que siente una mujer por un Bello
Durmiente. Por último, se habló
de algunas versiones infantiles del cuento La Cenicienta y de cómo mostrar
referentes de princesas empoderadas.
El problema, pues, es que solo nos han llegado las versiones de cuentos de hadas escritas al servicio del patriarcado. Recuperar escritoras silenciadas contemporáneas a Perrault y a los hermanos Grimm, donde las princesas se salvan a sí mismas gracias a su ingenio e inteligencia, que deciden cómo vivir y con quién casarse es importante para la sociedad. También reivindicar las reescrituras feministas surgidas a partir de los años setentas del siglo XX, ya que ponen evidencia los mensajes patriarcales y como subvertirlos. Recuperar estos referentes es valioso para la sociedad, para el empoderamiento de las mujeres y para desarrollar el sentido crítico de los niños.
Al finalizar la conferencia se hizo la
presentación de Blanca y Elisa,
Editorial Milenio (Pagès Editors), una novela de intriga donde se reflexiona
sobre la reconstrucción de la mujer para lograr su empoderamiento, que
reflexiona sobre qué se esconde detrás de las apariencias y sobre si nacemos
libres o condicionados por los sucesos familiares de quienes nos precedieron.
La asociación de Psicólogas y Psicólogos del
Anoia es una asociación sin ánimo de lucro que pretende ser un altavoz de las
cuestiones de interés social que tienen que ver con la Salud Mental.
Queridos lectores, el 16 de febrero de 2018 me entrevistaron en TV Lleida dentro del programa Cafeïna.
Fue una entrevista agradable y animada gracias a Mariví Chacón, la presentadora, que formulaba preguntas interesantes y respondía a mis comentarios. Además, las intervenciones de Eulàlia Pagès, directora del grupo editorial que ha publicado Blanca y Elisa, fueron inestimables. Si queréis verme y oírme, os dejo el enlace, que son los veinte primeros minutos de programa:
Queridos amigos, compañeros, lectores, ¡por fin Blanca y Elisa ve la luz! Me siento orgullosa, qué os voy a contar. Ha sido una larga espera llena de subidas y de bajadas, de emociones, de trabajo duro, tesón y paciencia. Tengo mucho que agradecer a todas las personas que me han ayudado durante este proceso: a Sebastià Bennassar por sus enseñanzas, a mis amigos lectores que se atrevían a darme su opinión sincera, a los que me inspiraron para crear personajes, a los que me animaban cuando lo necesitaba, a Javier Salazar Rincón por su apoyo incondicional, y a la Editorial Milenio por aceptar leer mi manuscrito y publicarlo pese a ser autora novel.
En la página de la editorial podréis leer la sinopsis, el prólogo (escrito por Sebastià Bennassar), el primer capítulo y el índice. Y también, si queréis, podéis comprarla ahí mismo.
Ya os iré informando sobre cuándo y dónde haré las presentaciones, para que vengáis a verme. Un abrazo y gracias a todos por vuestro apoyo y confianza, espero que os guste y que disfrutéis leyéndola.
Milenio Editors: «Novela de intriga sobre relaciones de familia y herencias, compleja y cargada de grandes pecados; con la dosis adecuada de misterios, de sospechas, de apariencias y de dramas inconfesables protagonizados por personajes inesperados. Un texto muy bien escrito, de estructura clásica, de alguien que domina perfectamente la gradación narrativa, la técnica del punto de vista, de la narración dentro de la narración». Sebastià Bennassar: “una buena historia y una buena autora dispuesta a explicarla y a defenderla”.
La Asociación de Perdices da las gracias a todos los matrimonios fallidos, separados y divorciados, porque gracias a ellos su especie no se ha extinguido. Así mismo, se hace saber que:
a) Cualquier Príncipe Azul, por ser azul, será llevado al zoo y echado de comer a parte.
b) No se besarán ranas encantadas: nadie asegura que el príncipe dejará de ser un baboso. Después llegan las decepciones.
c) No se permitirá a los príncipes probar zapatos a las princesas: si no se acuerdan de tu conversación, de tu inteligencia y de tu cara, no vale la pena casarse.
d) Ninguna mujer dormirá cien años a la espera de ser besada por un príncipe: primero, por ser una pérdida de tiempo; segundo, porque al despertar tendrías ciento y pico años y el príncipe solo veinte o treinta. Lesbianas, id con especial cuidado en no dormirse: en los cuentos siempre besan los príncipes nunca las princesas, es decir, que a una lesbiana no la despertaría nadie.
La Asociación de Perdices conmina a los futuros contrayentes a degustar otras viandas como frutas, legumbres u hortalizas para celebrar su futura felicidad.
Dicen que este año será difícil ver al niño Jesús en nuestro pesebre: tengo gatos. Las Navidades pasadas ya tuve problemas con Baltasar, tras una semana desaparecido lo encontré debajo del sofá. Por suerte, llegó a tiempo para la adoración.
Busco al niño Jesús pero continúa sin aparecer; la verdad es que no recuerdo haberlo perdido. Por eso creo que se este año ha decidido irse de ocupa a algún pesebre cercano, al de algún vecino, pero que sea al de arriba porque el de abajo también tiene gatos. Algún amigo me ha dicho que esté tranquila, que hasta el 25 de diciembre no ha de nacer, que espere. Pero contemplo a la Virgen María y no la veo en estado, algo que, sin pretender ser irreverente, me preocupa todavía más. Aun con todo, la esperanza es lo último que se pierde: aparecerá.
A estas alturas de mi vida, la Navidad no me emociona especialmente, tal vez porque veo la miseria que hay en el mundo. Miseria que vive a costa de nuestro ritmo de vida, de nuestra sonrisa y felicidad capitalista (aunque en secreto tantas personas confiesen que la Navidad les deprime tanto como a mí).
Os doy las gracias, lectores, por seguirme y acompañarme, porque vuestro apoyo es el mejor regalo. También a mis amigos, que sostienen mi ánimo cuando flaqueo, y a todos los que me ayudáis desinteresadamente compartiendo conmigo vuestro tiempo, trabajo y experiencia para que mis proyectos sigan adelante.
A todos, feliz Navidad y que el 2018 os traiga amor, felicidad y muchos éxitos profesionales y personales.
Intenté llegar a un castillo en ruinas por el sendero que cruza el bosque y admirar desde lo alto las preciosas vistas. La lluvia caía suave. Quería sentir la libertad y bucear en el silencio, contemplar el campo al trasluz de la neblina. Ascendía y me empapaba del verdor del follaje salpicado de rojizos y amarillos, y pensaba en cómo volver a la tranquilidad inspiradora para un nuevo relato. Tronaba. De vez en cuando aparecían a mi derecha los campos recién labrados, y su marrón intenso contrastaba con el gris oscuro de las nubes que cubrían el cielo. La niebla bajaba traidora. Caminaba e intentaba liberar mi mente hasta que algo me sobresaltó, fue una intuición. Paré, a mi alrededor no había nadie, estaba sola. Dicen que si oyes al viento arrastrar un aullido, es que hay lobos cerca. Escuché pero solo oí el chocar de las gotas contra el suelo, las hojas, los charcos. No parecía que el tiempo fuese a empeorar. Dudé sobre si avanzar o regresar al coche.
Continué subiendo, sin prisa, distraída, hasta que me di cuenta de que arreciaba. Aceleré. El sendero estaba fangoso y resbaladizo, empezaba a cerrarse a mi paso. Las ramas enmarañadas se enredaban sobre mí. Ya casi había llegado. Quise alcanzar el castillo y buscar refugio, pero empezó a granizar y quedé empapada. Debía regresar, continuar ya no era una opción. Recordé una masía aislada por el camino, tal vez podría acercarme. Sí. A lo lejos. Una masía imponente y antigua, rectangular y de piedra oscura. Cuando llegué la niebla empezaba a cubrirla y su luz la anclaba como a un faro. Yo era la barca. Llamé al timbre.
Me abrió un hombre joven, alto, fuerte. Me observó. Le observé. Me fijé en su mirada oscura. Me invitó a pasar, sorprendido de encontrar a una excursionista bajo la tormenta. Me ofreció ropa limpia y un cuarto de invitados para ducharme y cambiarme. La decoración era antigua, cálida y rústica, pero el caserón era frío y húmedo. Bajé a la cocina. Me acerqué al hogar y los leños crepitaban, susurraban, como si la noche hubiese caído ya, como si la noche hubiese entrado conmigo. Miré por la ventana. Era de día. Sí. A las cuatro de la tarde todavía hay luz durante el otoño. Pero era una tarde hostil. Me quedaría el tiempo justo hasta que amainase. Dicen que de noche, si te conviertes en presa de un lobo, sus ojos brillan como las llamas de las velas.
El extraño me sirvió un plato de caza, jabalí asado con puré de castañas y calabaza.
La lluvia no cesaba, repicaba furiosa contra los cristales. El día se diluyó hasta morir en la oscuridad. Me acerqué a la ventana y el vaho de mi respiración difuminó mi reflejo. Me desconcertó no ver nada a través de la ventana, solo oscuridad, el negro de la noche cobijando ideas, deseos, miedos. No había teléfono ni cobertura de móvil. Cada tic tac del reloj era un latigazo en mi pecho. Abrí la ventana y el frío me abofeteó, sentí un escalofrío como si una serpiente recorriese mi cuerpo. El viento aullaba arrastrándose desde el bosque. ¿Habrá algo más?, pensé. Cerré rápidamente y me sobresalté. En el cristal vi reflejada la figura del extraño, sonriendo. Me volteé nerviosa. “Sí, hay lobos, de noche no te adentres sola por estos bosques”. Calculé que mi coche debía estar a unas dos horas de allí, en la carretera. Subí a la habitación, mis ropas estaban secas. Quería largarme pero no era prudente quedarse ni tampoco marcharse. Esperé en la habitación hasta que el extraño dijo que tenía la cena lista. Bajé por cortesía. Los peldaños crujían.
“Te quedarás sola durante un rato”, dijo. Sentí miedo. Un miedo atroz. Marchó. Cené y estuve despierta durante horas, encerrada en mi habitación, hasta que me sobresalté. El crujir de los peldaños se hacía más y más fuerte. No me atreví a salir. No me atreví a mirar. Pero la puerta se abrió. El extraño apareció ante mí, ensangrentado, sonriente, con una baba descolgándose de sus colmillos. Vi el destello de las llamas en su mirada oscura: yo era la luz de las velas, el despertar de su lujuria obscena. Y él de la mía hacia un ser extraño medio hombre y medio lobo. Sentí miedo de mis instintos, de aquella atracción salvaje y famélica que me atormentó. Se desabrochó la camisa con suavidad, botón a botón, con delicadeza. Su torso atlético y peludo, sus pezones duros, sus brazos fuertes y musculados, todo en él me incitaba a probar, a descubrir, no existía en el mundo otro ser igual. O tal vez sí. Me acerqué y le desabroché los pantalones. Quería sentir, comer, besar aquel cuerpo peludo y viril ante mí, sobre mí, debajo de mí. La curiosidad morbosa pudo más que el miedo. Aquella noche aprendí a aullar.
Desperté al alba. El extraño me abrazaba con mimo. No llovía y el sol intentaba expandirse entre la niebla rasgando el velo mortecino de la pasada noche. Dentro de poco vería el cielo veteado por las nubes rosadas de la mañana. Le dejé mi número de teléfono en la mesilla y partí. Por fin había encontrado un nuevo tema de inspiración sobre el que escribir.
Al anochecer me llamó, me recogería después de cenar. Aunque me dijo su nombre, yo preferí llamarle: Lobo.
El celaje azulado va oscureciendo y se tiñe de rosa. Las olas rompen suaves sobre la arena y sus burbujas acarician tu piel. Llevas tiempo esperando. La luz te arropa y contemplas la fina línea del horizonte que separa el cielo del mar. Nostálgica, respiras hondo para que su aroma penetre en ti. Miras la arena bajo el agua, que brilla dorada por el sol. Necesitabais saber si lo que sentíais era amor o una atracción pasajera que, de la misma manera que llega, se va. Y os separasteis para averiguar la verdad. El frescor del agua calma tus pensamientos y juegas con las olas minúsculas y tranquilas.
Tiemblas de felicidad cuando ves que viene hacia ti, sonriente. Contemplas cómo la arena cálida y húmeda recoge sus pasos y forma un sendero tras de sí. Y llega adonde tú estás. Os miráis a los ojos y os reconocéis, reconocéis vuestro amor infinito. No puede ser que alguien ame más que tú, ni que este sentimiento se acabe nunca. Os abrazáis, os besáis, reís emocionados y os decís lo mucho que os habéis echado de menos. Ahora sabes que es cierto, que la distancia no ha conseguido diluir lo que el uno sentía hacia el otro, que los sentimientos han madurado, que tú formas parte de él y él de ti. Han sido seis meses de espera, de silencio, como un duelo de amor para que cada uno pudiese asegurarse de que el otro era la persona indicada en su vida. Seis meses en que has llegado a sentir que conocerle no fue real sino un sueño. Seis meses difíciles pero necesarios porque ahora podréis construir una vida basada en el amor, en la paciencia y en el cariño, en la tranquilidad de la madurez. Camináis de la mano hacia el hotel, jugando y chapoteando mientras os perseguís y reís. El sol se ha escondido con timidez y la brisa os acompaña traviesa, preludiando los juegos que pronto vendrán. Vuestras huellas sobre la arena se entremezclan y ríen mientras vosotros os abrazáis y os besáis repletos de felicidad.
Nua, m’embolcalla el silenci. És un silenci profund. Bussejo sentint la dolçor d’unes mans imaginàries que recorren la meva pell, però són les carícies de les algues que ballen al fons marí. Giravolto sobre mi mateixa per sentir-les a la panxa, a les natges, a l’entrecuix, i somric de felicitat perquè t’imagino amb mi. Sóc lliure.
Mentre pujo a la superfície per prendre aire contemplo el reflex del sol. La seva brillantor difusa llueix dins de petites gotes de llum que espurnegen sobre el meu rostre i em fan delir de curiositat. Són com les vesprades a alta mar, quan a l’horabaixa sorgeixen els primers estels fins a emplenar-ho tot amb petites cuques de llum. I quan tot s’ha enfosquit contemplo la bellesa encisadora de milions d’anys de peticions, sospirs, rialles, tristors…, i llavors sembla que formis part de l’univers, que l’univers es submergeixi amb tu i que, bussejant, siguis un estel més. Tant de bo fos possible agafar-ne uns quants i baixar-los a terra per il·luminar la humanitat, per aconseguir que ningú es perdés mai més.
Per fi sóc a la superfície. Respiro un cop, dos, tres… I torno a enfonsar-me. Deixo anar calmosament les bombolles d’aire atrapades dins meu i travesso un banc de peixos. El pessigolleig de les escates lliscant sobre la meva pell fa que m’endinsi en el desig de somiar que nedes vers mi, que ens donem les mans entre somriures, carícies, petons, i que els nostres cossos s’entrellacen formant un de sol, com si existíssim només tu i jo: la resta no importa. Els teus ulls m’hipnotitzen i brillen de felicitat.
Estic cansada. Pujo a la superfície i relaxo el meu cos flotant sobre les aigües tranquil·les. Em deixo emportar i acaronar. I quan miro cap a l’horitzó, em sembla que estic sobre l’infinit perquè la línia entre l’aigua i el cel es dilueix com en una aquarel·la, com si un artista volgués esborrar els dubtes que et diuen que la felicitat no existeix. Però jo visc eternament enamorada. I encara que de vegades em sembli fugissera, sempre torna, potser perquè mai marxa del tot.
Nedo fins a la platja i m’ajec a la tovallola. I m’adormo sota l’ombrel·la acaronada per l’escalfor del sol, càlida com la del teu l’amor.
(Per llegir l’original, publicat en català dins de la revista APLEC, cliqueu aquí):
Desnuda, me arropa el silencio. Es un silencio profundo. Buceo y siento la suavidad de unas manos imaginarias que recorren mi piel, pero es el cosquilleo de las algas que bailan sobre el fondo del mar. Giro sobre mí misma para sentirlas en la espalda, el pubis, la entrepierna, y sonrío de felicidad porque fantaseo contigo. Soy libre.
Mientras subo a la superficie para tomar aire, contemplo el reflejo del sol. Su brillantez difusa luce dentro de pequeñas gotas de luz que chispean sobre mi rostro y despiertan mi curiosidad. Son como los atardeceres en alta mar, cuando aparecen las primeras estrellas hasta llenarlo todo con pequeños puntos de luz. Y cuando ya ha oscurecido, contemplo la belleza encantadora de millones de años de suspiros, risas, tristezas… y entonces parece que formes parte del universo y que el universo se sumerja contigo y que, buceando, seas una estrella más. Ojalá pudiese recoger algunas y bajarlas a tierra para iluminar a la humanidad, para conseguir que nadie volviese a perderse jamás.
Por fin llego a la superficie. Respiro una vez, dos, tres…, y me sumerjo de nuevo. Con calma, libero las burbujas atrapadas dentro de mí y atravieso un banco de peces. El cosquilleo de sus escamas me hace soñar: te imagino buceando conmigo y nos cogemos las manos entre sonrisas, caricias y besos, y nuestros cuerpos se entrelazan hasta transformarse en uno, como si solo existiésemos tú y yo, el resto no importa. Tus ojos me hipnotizan y brillan de felicidad.
Estoy cansada. En la superficie me relajo flotando sobre las aguas calmas. Me dejo llevar y acunar. Y cuando miro hacia el horizonte, parece que estoy sobre el infinito, porque la línea entre el agua y el cielo se diluye como en una acuarela, como si un artista quisiera borrar las dudas que te dicen que la felicidad no existe. Pero yo vivo eternamente enamorada. Y aunque a veces parezca huidiza, la felicidad siempre vuelve, tal vez porque nunca se marcha del todo.
Nado hasta la playa y me tumbo en la arena. Y me duermo bajo la sombrilla acunada por el sol, cálido como tu amor.
(El original fue publicado en catalán dentro la revista APLEC. Podéis leerlo aquí):
Ayer tenía una comida en la zona del atentado que, afortunadamente, se había cancelado. Ni puedo ni quiero pensar en qué hubiese sucedido si ayer por la tarde yo hubiera estado ahí, a esa hora, frente a la camioneta. Solo siento el dolor por las personas que ya no están y el vacío que dejan en la vida de otros. De camino a casa conducía y lloraba, y oía las notificaciones del whatsapp: no podía leerlas, pero sabía que eran mis amigos preocupados por mí.
La zona del atentado es mi zona, donde nací, crecí y viví durante muchos años. Y la condena de no poder despedirte de quien parte sin avisar es algo difícil de gestionar. Historias rotas de almas rotas. No puedo imaginar cómo se vivirá en los países donde los atentados se dan a diario, donde confluyen radicales, insurrectos, guerrillas y todo el conjunto de luchas que suponen los pequeños focos que atentan contra la población civil para reivindicar sus objetivos. Creo que para ellos la vida no tiene valor. No imagino cómo concibe el mundo un niño que a diario vive la muerte o la mutilación de familiares, amigos y conocidos, y tampoco si es posible acostumbrarse a la cotidianidad de los atentados. Tampoco cómo les explicas a tus hijos, que han nacido en esa realidad, que otra vida es posible; aunque tal vez, tú tampoco la conozcas.
Tengo una amiga que decidió irse a vivir muy cerca de la frontera entre Turquía y Siria para ayudar a los refugiados kurdos: la admiro. Porque la gente es gente, personas que aman y ríen y lloran, como nosotros.¿Qué te enseñan para que te convenzas de que puedes decidir sobre la vida de otros porque no vale nada?
Doy las gracias al conjunto de las Fuerzas de Seguridad del Estado por protegernos, porque velan por nosotros diariamente aunque no les veamos, y porque gracias a ellos no sufrimos más atentados. También a los desplegados en zona colaborando en la lucha contra el terrorismo, a miles de kilómetros de aquí, y a sus parejas y familiares porque gracias a ellos pueden realizar su labor. Y hoy, especialmente, als Mossos d’Esquadra por la actuación de ayer, junto a la Guardia Urbana y a los servicios médicos de emergencia.
Mi más sentido pésame para las víctimas de Barcelona y de cualquier atentado, a sus familias y allegados, y la pronta recuperación para todos.