Vivimos ciegos. Tenemos tan interiorizado que debajo de un burka habrá siempre una mujer, que aunque nos indignemos, no nos sorprende. Pero si intercambiamos a la mujer por el hombre (como en la última fotografía), nos damos cuenta de que él ha desaparecido. Ya no existe. Pero esto es algo que no sucede con la mujer, porque hemos asumido su invisibilidad, su tristeza y su esclavitud oculta debajo de un trozo de tela, aunque nos repugne esa idea.
Vivimos ciegos cuando asumimos lo inasumible. La costumbre mata. Como individuos no somos nada. No podemos luchar contra ningún sistema. Ni acceder a él. Porque si pudiésemos entrar para arreglarlo, viviríamos en un mundo feliz. Y no lo es. Nuestra felicidad y nuestra suerte dependen del lugar donde nacemos. Lo que sí podemos es organizarnos en colectivos sociales, luchar y avanzar, aunque sea con lentitud.
Vivimos gobernados por psicópatas, y lo son tanto los perpetradores de cualquier tipo de aberración, como quienes las consienten.
La imagen es de la fotógrafa yemení Boushra Almutawakel.
Es un buen texto, aunque las generalizaciones siempre son injustas. No estamos gobernados por sicópatas —aunque alguno haya— ni nadie es responsable de las aberraciones que comenten otros.
El asunto se agrava por el fundamentalismo religioso y por el conflicto entre culturas. Es algo que —sin pretender dejarlo al margen— desborda la cuestión de la discriminación hombre-mujer. No creo que sea ese el meollo del asunto ni creo que insistir en ese punto conduzca a una comprensión real del problema.
Las costumbres discriminatorias de ciertas sociedades no cambiarán mientras no se moderen —al menos— sus regímenes teocráticos. Y sobre todo, mientras esas sociedades sigan fundamentando en su fanatismo religioso su hecho diferencial frente al mundo. Un mundo al que consideran que hay que convertir, en el mejor de los casos; o exterminar, en el peor.
La influencia que podamos ejercer como individuos pertenecientes a otras culturas y otras sociedades es extremadamente pequeña. La indignación, aunque comprensible, no sirve para nada. Nuestros representantes políticos tampoco pueden hacer gran cosa a nivel internacional, creo yo. Habrá que hacer lo que se pueda, pero las sociedades así constituidas no suelen cambiar. Pueden extenderse o colapsar, pero no cambian.
Muchas gracias por tu comentario, Daniel.