De repente, la Bella Durmiente despierta. Hace frío y tiene ganas de ir al baño. Pero eso no estaba previsto: todos duermen menos ella, ¿quién ha cambiado el cuento? El banquete acabó y están en palacio. Y duermen tranquilos porque saben que su mundo principesco es el mejor lugar para vivir ya que, pase lo que pase afuera (en el bosque, en las villas, en los campos), ahí están a salvo para comer, reír y vivir: es su zona de confort.
Mira hacia el bosque y no quiere salir. Siente miedo de los jabalíes, de las serpientes, de lo desconocido. El mundo da miedo. ¿Por qué? ¿Qué hay más allá de tanto temor?, se pregunta.
Empieza a caminar por el palacio, a recorrer las estancias observándolo todo y a todos. Cuánta felicidad y tranquilidad, cuánto silencio y oscuridad. De repente, tropieza con algo que se hace añicos. Es un zapatito de cristal. Cenicienta se despierta y observa su pie desnudo. Qué peligrosos son estos zapatos… Y se libera del otro. Porque a Cenicienta tampoco le gusta su destino. Así que deciden recorrer juntas el palacio hasta encontrar la salida. En otra estancia chocan contra una cama y descubren que ahí duerme Blancanieves, y la despiertan. La joven coge su lámpara, la que usa para ir a visitar a los enanos a la mina, y se une a descubrir una nueva vida. Cuando llegan al lindar de la puerta, una brisa fresca las sobrecoge. El bosque está oscuro, lleno de peligros y de sonidos extraños. Hace frío. A su espalda está todo lo conocido, el mundo seguro. En frente, el misterio de la vida por descubrir. Y, valientes, se adentran en lo desconocido.
Porque es allí donde empieza la vida, donde podrán elegir qué hacer, como hacen ellos, los príncipes y caballeros, que recorren aventuras y escogen a la princesa con quien desean casarse. Pero a ellas no les pregunta nadie, se quedan inmóviles dentro de palacio o en el de su futuro marido, con un destino escrito del que se presupone el final: la felicidad conyugal.
Pero ahora que han vencido sus miedos. Y nadie volverá a decirles qué deben hacer, ni cuándo ni con quién. Ahora, son libres.
Ejercicio realizado en el curso: Perrault, no m’expliquis contes! (‘¡Perrault, no me expliques cuentos!’), en la Biblioteca l’Escorxador, Sant Celoni.
Había una vez una Bella Durmiente que se aburría muchísimo. Vivía entre algodones para no aprender demasiado, ni a pensar ni a vivir demasiado. Pero ¿por qué?, le preguntaba ella a sus padres. Y siempre le contestaban: porque hay que aprender a vivir lo justo para aceptar con agrado el propio destino. Y, ¿qué es el destino?, insistía, pero nadie le respondía. De hecho, todos creían que la Bella Aurora vivía tranquila, pero la curiosidad le podía. Por eso, el día de su vigésimo quinto cumpleaños, harta de esperar algo que ni ella misma sabía qué era pero que todos parecían saber, decidió adentrarse en el bosque que lindaba con su castillo.
Mientras caminaba oía una voz insistente dentro de su cabeza… El bosque está lleno de peligros, no debes adentrarte en él… Cuentan que vive una bruja que se come a las niñas buenas y guapas como tú… Ahí mil horrores te esperan… Te perderás y no regresarás jamás… Pero eran voces, solo voces lo que ella oía: la voz de su madre, la de su padre, la de las sirvientas…. Todas las voces juntas. Y sabía que si no se enfrentaba a sus miedos, jamás podría descubrir lo que se escondía más allá de su vida.
Estaba sola. Atemorizada. ¿Serían ciertas todas aquellas historias? Más y más adentro del bosque encontró un palacio cubierto de hiedra y musgo. ¿Desde cuándo estará ese palacio ahí? ¿Está habitado?, se preguntó. Y se decidió a entrar. En el centro encontró una estancia con objetos antiguos, extraños, viejos. De repente, un destelló la iluminó: era el reflejo de un espejo de mano. Se acercó. No se lo podía creer: ¡el espejo hablaba! ¿Cómo sabes quién soy? ¿Cómo es posible que sepas qué me gusta y qué no, cuáles son mis deseos? ¿Qué quieres decir con que debo regresar a casa, que es un error no cumplir mi destino? ¿Qué destino? ¿Qué sabes tú de mí que ni yo misma sé?
Aturdida, escuchó las respuestas a todas sus preguntas. Una a una. Entonces, se retiró a meditar. Pensó en su destino, el que debía cumplirse dentro de pocas horas. Le pareció que dormir durante cien años no sería demasiado cruel, pero sí aburrido: su destino era esperar hasta encontrar a su gran amor, el que la despertaría. Y eso era bonito. Pensó y pensó. Hasta que, por fin, se decidió: es injusto que deba esperar dormida, yo quiero conocer a mi príncipe, quiero viajar y divertirme, aprender, no quiero una vida aburrida. No quiero esperar.
Antes de partir le preguntó al espejo ¿quién eres? Y supo que la hijastra de su anterior dueña, Blancanieves, lo dejó abandonado ahí donde las princesas dejan todo lo que ya no les sirve en su vida, hartas de esperar y de tener que sufrir un destino impuesto. Y descubrió un zapatito de cristal, una rosa marchita, una capa de color rojo y mil cosas más.
Y decidió no pincharse. Decidió no dormir. Decidió vivir despierta y, sobre todo, cambiarse el nombre por: La Bella Despierta.
Ejercicio realizado en el curos: «Perrault, no m’expliquis contes! (‘¡Perrault, no me expliques cuentos!’), en la Biblioteca l’Escorxador, Sant Celoni.
Durante el curso impartido en la Biblioteca l’Escorxador de Sant Celoni (Barcelona), hemos analizado y reflexionado sobre los arquetipos patriarcales en los cuentos de hadas, además de conocer una línea silenciada de mujeres escritoras cuyas princesas son cultas, inteligentes, listas y, además, guapas y poderosas. El nivel de participación y de reflexión ha sido excelente.
La clase se dividió en dos grupos para trabajar la reescritura del cuento de la Bella Durmiente. El primer grupo se centró en el sueño de Aurora, la Bella Durmiente, que tomaron como metáfora de aceptar el propio destino: ella cree que debe dormir cien años, que debe aceptar su destino con pasividad pero, finalmente, se revela. Para leer su ejercicio («La Bella Durmiente que se cambió el nombre»), podéis ir a: https://paulacolobrans.com/wp-admin/post.php?post=143&action=edit
El segundo grupo se centró en los miedos a lo desconocido, en la sobreprotección que el sistema tradicional impone a la mujer para protegerla de los peligros de la vida cuya metáfora es el sueño de la Bella Durmiente. Aquí, Aurora se enfrenta a esos miedos para despertar. Para leer su ejercicio («La Bella Durmiente y el banquete de princesas») podéis ir a: https://paulacolobrans.com/actividades/la-bella-durmiente-y-el-banquete-de-princesas/
Y no solo eso, hemos tenido el privilegio de que Roc, un pequeño muy grande de siete años, nuestro relevo generacional, participase también durante una sesión. Y ha estado tan atento que nos ha dibujado a una Bestia (del cuento «La Bella y la Bestia»), que no cambia, que continúa siendo Bestia porque tiene corazón de robot. Lo hemos tomamado como la metáfora de que el amor romántico no siempre lo puede todo, porque el poder transformador del amor solo funciona si uno mismo desea cambiar, y esto es una decisión personal que no depende del otro sino de uno mismo. En la galería podréis ver un dibujo de la Bestia y otro de un retrato estupendo que me hizo.
Gracias, Biblioteca l’Escorxador de Sant Celoni y a todas las participantes, fue un verdadero placer.
Había una vez dos pueblos: uno era el reinado de Blancanieves, el otro, el de la Bella Durmiente. Y estaban separados por un lago enorme donde vivía la Sirenita, pero también unos monstruos peligrosísimos. Este es un cuento diferente porque las princesas eran todas amigas.
Resulta que un día, la Sirenita escuchó que Maléfica estaba tramando un plan para matar a Blancanieves, que quería dejarla en el bosque o darle una manzana envenenada. Le tenía envidia porque era buena y guapa. Entonces, la Sirenita partió rápido hacia el castillo de Aurora, la Bella Durmiente, para explicárselo todo y, juntas, llamaron a Cenicienta y a Rapunzel. Las cuatro amigas pensaron en cómo podrían librarse de la madrastra Maléfica y se les ocurrió un plan: Cenicienta llamó a su mascota, que era el dragón de San Jorge, y juntas se fueron volando hasta el castillo de Blancanieves, porque atravesarlo en barco era muy peligroso por los monstruos. Cuando llegaron a casa de Blancanieves, Maléfica estaba a punto de obligarle a comer la manzana. Pero Rapunzel enrolló su enorme trenza alrededor de la madrastra y la inmovilizó, y la Sirenita le dio un coletazo tan fuerte en la mano que sujetaba la manzana, que se la hizo tragar de golpe.
Maléfica cayó en un profundo sueño y nadie quiso despertarla jamás, por mala. Hasta que un día, a alguien se le ocurrió ponerla al sol para que se deshiciera hasta desaparecer. No quedó nada de ella. Maléfica dejó de existir. Y las princesas continuaron siendo amigas y ayudándose unas a otras.
CUENTO DE BLANCANIEVES-BELLA DURMIENTE (equipo de adultos):
En la escuela de princesas, Blancanieves y la Bella Durmiente se hicieron amigas. Durante el verano de esta historia, Blancanieves vivía en casa de los enanitos e invitó a la bella Aurora a pasar juntas unos días.
A las dos amigas les encantaba jugar a los disfraces, y decidieron intercambiarse los vestidos. Blancanieves contemplaba a Aurora y, en el fondo, le tenía envidia. Y no porque el vestido le quedase mejor que a ella y porque fuese rubia y tuviese todos los encantos del mundo. Sino porque Aurora le había robado el novio en el instituto y, mientras ella había tenido que huir de casa por culpa de su madrastra, Aurora se divertía con su churri. Así, con los trajes intercambiados, fue cuando llegó una vieja con un cestito lleno de manzanas dulces. Blancanieves pensó en gastarle una broma a su amiga y le dijo: “Abre tú y cómete la manzana, dile que eres yo, la que vive con los siete enanitos. Cada semana hay quien viene a conocer a la pobre Blancanieves que tuvo que huir por culpa de su madrastra, y solo hacen que traerme regalos”. Así que Aurora cogió la manzana y la mordió. Y la madrastra se deshizo de felicidad creyendo que se había librado de su hijastra cuando la joven cayó dormida.
Y Blancanieves pudo librarse por fin de su madrastra, y también de la repipi y presumida Aurora, y de los enanos machistas, brutos y zafios que la tenían hasta la coronilla. Y ahora disfruta en un resort del Caribe, de la herencia de la Bella Durmiente y de una vida loca.
Y QUÉ PASO CON EL RESTO DE PERSONAJES…
Que el príncipe no llegó a tiempo de besar a la supuesta Blancanieves porque venía en tren, y ahí sigue esperando, en el andén.
Que la madrastra se quedó sin espejo cuando lo rompió en un ataque de ira, porque el espejo seguida diciendo que la más bella era Blancanieves. Pero estaba muerta, ¿no? O eso creía ella.
Que los enanos se quedaron sin criada y ahora se fastidian y tienen que limpiar, lavar y hacerse la comida ellos solos.
Y, mientras, la Bella Durmiente está abandonada en el bosque, en su cripta, cubierta de maleza y hierbas, esperando y esperando a que alguien la encuentre y la despierte.
En el taller familiar de “La Bella dorment que no volia dormir” que impartí en la Biblioteca Montserrat Roig de Martorelles (Barcelona), trabajamos la sororidad femenina a través de los cuentos de hadas. Les propuse que las princesas se ayudasen entre ellas salvándose unas a otras. El equipo infantil lo hizo de miedo, pero el de padres fue bastante díscolo y acabamos riendo muchísimo.