Cuánta emoción y felicidad sentí ayer en la Noche de Libros y Flores. Un Sant Jordi en diferido, como dijeron algunos, pero igualmente especial y emocionante, sobre todo por los reencuentros después de tantos meses sin vernos.
Estuve en la parada de autores locales de Igualada, la ciudad donde resido en la actualidad, y disfruté de las charlas y risas con los amigos y compañeros de Narranación, Zirkus, Corín Tellado Revisited, Rafa Moya y otros autores locales, por el ambiente, el compañerismo, la amistad.
Todo me ilusionó, pero recibir la visita de varios de mis alumnos del curso virtual de escritura que he impartido durante los últimos meses, eso fue espectacular. Gracias, Raquel, Frank y Rosa por el regalo de venir a verme, por la curiosidad de conocerme en persona y por esa maravillosa sensación de cercanía. ¡Sois increíbles! Y si a todo esto le añades algunos encuentros inesperados, la visita de tu amiga y colega Elena Tan, con quien compartimos un proyecto de cuenta cuentos y musicoterapia, y, además, sales en un dibujo a vuelapluma del gran Gerard Freixes, me quedo sin palabras por la felicidad.
Gracias a todos por esta celebración tan especial.
Muchas gracias a todos por el gran día de ayer, lectores, seguidores, amigos y compañeros. Gracias por los momentos compartidos y por los que estén por llegar.
Por la mañana estuve en la editorial, Pagès Editors (Lleida), en un acto sencillo y emotivo donde me encontré con mis colegas de profesión, gente estupenda con quien compartir la emoción de la escritura y de quien aprender, siempre. Después, en Igualada, estuve en Llegim…? Llibreria para la firma de ejemplares de Blanca y Elisa. Y ya de tarde, fui a Martorelles de la mano de la Biblioteca Montserrat Roig, donde también dediqué algún ejemplar, conocí a alguna autora local y realizamos juntas una pequeña lectura de nuestra obra.
Fue un día espectacular lleno de vida y emoción. Os dejo una pequeña galería para que veáis cómo fue todo.
Aprovecha para decirlo todo, que papá no se enterará, dijo mi hermana a toda prisa cuando salía de su charla con el juez, el que debía decidir sobre las condiciones definitivas del divorcio de nuestros padres. Yo tenía once años. Entré al despacho y aquel señor preguntó: ¿Quieres vivir con tu padre o con tu madre?. Y yo, haciendo caso a mi hermana, respondí: Mi padre no quiere verme, así que yo a él tampoco. ¿No quieres estar con tu padre?, insistió. No, le dije. Mi padre no quiere verme. Nos trata mal, bebe, juega y pega a mi madre. ¿Por qué querría verle?
Y ahí acabó todo. Yo quedé satisfecha. Mi hermana quedó satisfecha. Y el juez sentenció que mi madre no merecía la pensión completa sino la mitad, porque una de sus hijas había rechazado ver a su padre, porque era una mala hija educada por una mala madre. Y el día que mamá llegó a casa tras conocer la sentencia, empezó a chillar que de quién era culpa de que no le diesen todo lo que merecía, que cuál de las dos había dicho que no quería ver a su padre. Y durante veinticinco años viví con el miedo de que se enterase de que la culpable fui yo: y a cada enfado por nuestra situación nos exigía, entre gritos, saberlo. Entonces, mi hermana y yo nos mirábamos y guardábamos silencio. Y no fue hasta que, muy de adulta y gracias a varios meses de terapia, comprendí que aquello no fue responsabilidad mía sino del juez.
Afortunadamente, eso sucedió hace hace más de treinta años y ahora las cosas están cambiando. Y mucho. Me acordé de esta anécdota cuando, el pasado junio, asistí a una mesa redonda en Igualada (Barcelona), donde varios psicólogos y un juez hablaron sobre la mediación en la coparentalidad. Es decir, sobre cómo llegar a acuerdos favorables para ambas partes (padre y madre) en beneficio de los hijos y de la familia. El evento concluyó tras la animada charla del juez cuando dijo: «no vayan nunca a un juzgado para resolver un conflicto«. Y nos arrancó una sonrisa.
El próximo lunes 18 de marzo se celebrará otra mesa redonda en Igualada. Además, se presentará el libro Justicia sin jueces, del magistrado Pascual Ortuño, donde ofrece alternativas a los procesos judiciales a favor de la mediación. Aspectos tan importantes como entender que cuando se habla de conflicto dentro del ámbito familiar, una demanda judicial es una declaración de guerra y que, si hay hijos, ellos serán las primeras víctimas, es importantísimo. También, que más de la mitad de los procesos se podrían resolver favorablemente para ambas partes si hubiese una adecuada negociación. Porque, frente a un conflicto, vencer y ganar no es lo más importante, sino que a través de la mediación se podría conseguir que cada parte pudiese imaginar las razones de la otra, que se preguntasen qué causas han motivado las discrepancias y qué dificultades deberían superarse para llegar al consenso: y aquí, la terapia familiar puede ser fundamental. Y es que, en un proceso judicial, sentencia y justicia no son sinónimos. Aunque en España la negociación suele provocar recelos o se desconoce, en la cultura anglosajona una demanda judicial es la última alternativa, porque encontrar una solución acordada entre ambas partes es más rápido y beneficiosa, tanto a nivel económico como emocional y, al final, los acuerdos suelen cumplirse más y mejor.
A veces pienso en cómo hubiese sido mi vida si hace treinta y cinco años, mi familia hubiese tenido la oportunidad de optar a la mediación de coparentalidad y a la terapia familiar. También, sobre cómo me habría sentido si alguien me hubiese escuchado sin juzgarme negativamente por no querer ver a mi padre, un maltratador denunciado durante años. Entonces, aquel juez castigó a mi madre por lo que yo dije; hoy, la habrían ayudado a salir del infierno.
El juez Pascual Ortuño es, actulamente, Magistrado de l’Audiència Provincial de Barcelona, referente en Cataluña e Iberoamerica en el fomento de las alternativas al litigio judicial en la resolución de conflictos, y profesor de Resolución Alternativa de Conflictos en la Universitat Pompeu Fabra.
Hace unos días me invitaron a participar con alguna actividad literaria en la escuela Acadèmia Igualada para los alumnos de segundo de ESO. Entonces, les propuse trabajar sobre el cuento de “La Cenicienta” a través de la reescritura de Roal Dath que aparece en Cuentos en verso para niños perversos. Ahí, el príncipe está chiflado y Cenicienta, finalmente, le pide a su madrina que la case con un hombre normal porque está harta de príncipes. Así pues, tras analizar las diferencias entre la versión clásica popularizada por Disney y esta reescritura, ambas clases, 2º A y B crearon su propia versión: La primera clase situó la historia en plena selva amazónica, en el año 2050, con una Cenicienta valiente, feminista y empoderada. La segunda, trató el tema de la infidelidad conyugal y del rechazo social hacia la homosexualidad. Como veis, son temas interesantes y de actualidad vetados en las versiones clásicas que han entrado en el canon literario.
Al finalizar la sesión tuve el honor de repartir los premios del Certamen Literario organizado por el centro escolar. Felicidades a todos los participantes y, en especial, a los galardonados. Gracias, Acadèmia Igualada, por la invitación.
La actividad se enmarcó dentro de la Setmana de Sant Jordi 2018 en la Acadèmia Igualada, con alumnos de segundo de ESO.
La conferencia quedó enmarcada dentro del ciclo de actividades del Día Mundial de la Mujer del 15 de marzo de 2018. Fue organizada por APPA (Associació de Psicòlogues i Psicòlegs de l’Anoia), en colaboración con la Biblioteca Central d’Igualada y l’Ajuntament d’Igualada.
En la nota de prensa podréis leer un resumen del contenido: