Ayer me llamó Virgili, decía que pasaría por Igualada y me invitaba a desayunar, y ¡yo feliz! Le conocí cuando aceptó entrevistarse conmigo para ayudarme con mi segunda novela, que espero terminar bien pronto, y se convirtió en fuente de inspiración para un personaje. Impresiona cuando te explica sus experiencias durante la antigua guerra de los Balcanes; fue como payaso para ayudar cuando parecía que reír estaba prohibido, dice. Me cuesta imaginar que alguien que está sufriendo una guerra pueda reírse, y él y su compañía consiguieron que su público se reconciliase, ni que fuese por un instante, con su risa y su felicidad.
Pero no fue fácil, pudieron hacerlo gracias a los donativos que recaudaban para costearse el trayecto y la estancia cada vez que se iban; recorrían dos mil quilómetros de ida y otros tantos de vuelta con su furgoneta, y dejaban a sus familias para meterse en una guerra y ayudar a quienes no conocían. Hay que ser muy valiente, dije la primera vez que hablamos; pero él no lo ve así. No has de pensarlo, te lanzas y cuando regresas te das cuenta de que te estabas jugando la vida. Ahora está jubilado, es voluntario en la Cruz Roja y construye un circo de pulgas para sus nietos. Ya verás, algunas se lanzarán a la piscina desde el trampolín, otras conducirán en motocicleta sobre la cuerda floja, otras harán piruetas en el trapecio… Irá todo dentro de una maleta, ¡las pulgas han de viajar con comodidad!, dice.
Tengo la inmensa suerte de haber encontrado a personas que como él, desde el principio y sin conocerme, confiaron en mí para este proyecto que es la novela. Gracias a todos por ayudarme, animarme y aconsejarme durante este camino que dura cuatro años ya, y que a momentos rebasa lo profesional para adentrarse en lo personal. Sois increíbles, vuestra amistad es un privilegio. Espero saber trasmitir, con mi trabajo, toda vuestra grandeza y humanidad. A todos, gracias.
Ser madre es lo más difícil que hay, nos enfrentamos día a día a los retos que nos plantean las dificultades de nuestros hijos. A veces no sabemos cómo ayudarles; otras, son nuestro espejo. Y quizás no nos guste algo de lo que vemos. Entonces, me doy cuenta de que he de solucionarlo en mí para poder cambiar el ejemplo que les doy a ellos. Recuerdo la frase de un compañero de escuela, que me dijo allá por el 87: “Qué difícil es educar a los padres”. Ahora, como madre, pienso: qué difícil desaprender lo que hago mal para reaprender y hacerlo mejor. Lo hago por ellos, reconstruirme yo para que puedan superar mis limitaciones. Y pasan los años, crecen, se hacen mayores; entonces, les pido consejo, qué piensas, cómo lo harías, ¿te gusta? Son mis grandes maestros, la luz de mi vida.
Ayer fue un día especial gracias a ellos y a vosotros. Gracias a todos por vuestra compañía, vuestros mensajes y buenos deseos, llamadas, felicitaciones, el sentimiento es mutuo, os deseo siempre lo mejor. Un año más sabia, un renacer, un cumple vida (como dice mi amiga Araceli). Gracias a todos por estar en mi vida.
A la llum de l’alba, l’aigua dormisqueja tranquil•la davant una paret de roques a l’altra riba. Els primers rajos de sol desperten el llac. El tul de boira s’enretira amb suavitat i el paradís es vesteix de color. Fa fred i no t’atreveixes a sortir de la tenda. Fa olor de farigola i les camamilles estan a punt de florir.
S’hi arriba per un corriol que es perd entre la boscúria; a estones, s’enfila per passadissos de lloses relliscoses; a trossos, fa equilibris arran de barranc. De sobte, després d’hores de camí, comences a sentir com flueix el riu, sobretot ara, a l’abril, quan la natura desperta coqueta per embruixar-nos amb el seu rubor, quan la neu es fon com si l’aigua es deixondís de la hibernació. El riu que baixa lliscant entre les roques, amarant les parets, la molsa i les flors que s’hi arrapen per no veure’s arrossegades pels salts d’aigua inesperats. I just allà, després d’un racó que queda a l’esquerra, s’obre una gruta. Hi entres i camines per la penombra humida sota un sostre de volta que degota; alguna perla d’aigua et cau a sobre, però d’altres dringuen en els petits tolls que ressonen sota el silenci. Saps que ja ets a prop quan veus una boca de pedra que s’obre per deixar-te sortir; al darrere, un arc de Sant Martí es desplega sempre sobre una boira etèria de la cascada que hi trobaràs. Apartes lleugerament algunes plantes que pengen com cortines i deixes enrere la cova. Ja només falta travessar un petit barranc relliscós i agafar-te bé als arbres que ja coneixes. De sobte, el cel s’obre i entre mil tonalitats de verd apareix un llac de color maragda.
Per fi, la boira s’ha enretirat i surts de la tenda per refrescar-te al llac. El contemples i recordes quan fa anys agafaves aquell caragol de mar que pesava una barbaritat; per fora era aspre, rugós, ocre; per dins, rosat i suau, fi. Te’l posaves a cau d’orella i tancaves els ulls per a escoltar-ne el so. T’imaginaves la mar. Avui saps que et senties a tu, que era el teu propi pols i no l’onatge i la brisa marina. Avui ja no tens aquest caragol de mar per evadir-te del món, però et tens a tu. Encens el fogó i et prepares un te. Mires el llac que continua immòbil com un mirall fosc, profund, i contemples el reflex d’un núvol que s’hi fon. És tan real… De vegades necessitem que el món s’aturi. T’asseus i esperes que la tassa de te t’escalfi les mans. Més amunt, amb el desglaç, el riu baixa furiós; però aquí respira tranquil. Tanques els ulls i agraeixes un dia més aquesta solitud per retrobar-te amb tu entre tanta felicitat i tranquil•litat.
A la luz del alba, el agua duerme tranquila delante de una pared de roca que descansa en la otra orilla. Los primeros rayos de sol despiertan el lago y el tul de niebla se retira con lentitud; el paraíso se viste de color. Hace frío y no te atreves a salir de la tienda. Huele a tomillo y las manzanillas están a punto de florecer.
Se llega por un sendero que se pierde entre la espesura del bosque; a ratos, se enfila sobre pasillos de losas resbaladizas; a veces, hace equilibrios por algún barranco. De repente, tras varias horas de camino, empiezas a oír como fluye el río, sobre todo ahora, en abril, cuando la naturaleza despierta coqueta para hechizarnos con su rubor, cuando las nieves se funden como si el agua se desperezase de la hibernación. El río que corre desde lo alto deslizándose entre las rocas, empapando las paredes, el musgo y las flores que se agarran para no verse arrastradas por inesperados saltos de agua. Y justo allí, tras un recodo que queda a la izquierda, se abre una gruta. Entras y caminas por la penumbra húmeda bajo un techo abovedado que gotea; alguna perla de agua te cae encima, pero otras repiquetean en los pequeños charcos que resuenan bajo el silencio. Sabes que ya estás cerca cuando ves que una boca de piedra se abre para dejarte salir; detrás, luce siempre el arcoíris sobre una bruma etérea por la cascada que encontrarás. Apartas ligeramente algunas plantas que se descuelgan como cortinas y dejas la cueva atrás. Ya solo falta un pequeño barranco resbaladizo y sujetarse bien a los árboles que ya conoces. De repente, el cielo se abre y entre mil tonalidades de verde aparece un lago esmeralda.
Por fin, la niebla se ha retirado y sales de la tienda para refrescarte en el lago. Lo contemplas y recuerdas cuando hace años cogías aquella caracola que pesaba una barbaridad; por fuera era áspera, rugosa, ocre; por dentro, rosada y suave, fina. Te la ponías en la oreja y cerrabas los ojos para escuchar su sonido. Te imaginabas el mar. Hoy sabes que te oías a ti, que era tu propio pulso y no el oleaje y la brisa marina. Hoy ya no tienes esa caracola para evadirte del mundo, pero te tienes a ti. Enciendes el hornillo y te preparas un té. Miras el lago que continúa inmóvil como un espejo oscuro, profundo, y contemplas el reflejo de una nube que se funde en él. Es tan real… A veces necesitamos que el mundo se pare; te sientas y esperas a que la taza de té caliente tus manos. Más arriba, con el deshielo, el río baja furioso; pero aquí respira tranquilo. Cierras los ojos y agradeces estar un día más en soledad, para volverte a encontrar entre tanta felicidad y tranquilidad.
Ahora que se acerca Sant Jordi, empiezo a recibir encargos para dedicar Blanca y Elisa. Pero como algunos sabréis, este año no podré estar en persona en ninguna parada, ni saludaros, charlar o dedicaros los libros allí. Os propongo, pues, que si deseáis que os firme algún ejemplar, me lo pidáis por privado y os lo envío, o lo compréis en vuestra librería de confianza (o directamente en la página de la editorial), y cuando nos veamos, os lo dedico tomando un café.
Y para los que estéis por Igualada, os invito a descubrir la parada de los autores locales de la Conca d’Òdena, que se llama Literatura i il•lustració km.0 y acogerá a veintiún artistas. Blanca y Elisa també estará, si me avisáis con tiempo puedo dejaros allí algún ejemplar dedicado.
Os deseo a todos feliz Sant Jordi. ¡Un fuerte abrazo!
Cuando nos planteamos escribir un nuevo relato de ficción, siempre hay cosas interesantes por decir si sabemos tirar del hilo para ir descubriendo qué se oculta en nuestro imaginario y qué es aquello que nos motiva a continuar. Entonces, nos damos cuenta de que esa semilla está llena de profundidad, y que desde una imagen, una frase o un pensamiento podemos crear algo infinito. Porque es infinito lo que tenemos por decir cuando estamos creando nuevas realidades y nos preguntamos qué habrá más allá. Este ha sido uno de los aprendizajes durante el curso de escritura, que para algunos ha sido el primero; otros, ya estaban avezados. Y juntos, nos hemos adentrado en el significado de la creación literaria y hemos descubierto qué es y que implica el trabajo de investigación y documentación para crear una historia, además de divertirnos escribiendo el relato colaborativo «Uno allegretto de Bach«.
Entonces, surgen respuestas a preguntas que quizás no nos hubiésemos planteado en otro momento, como por ejemplo, qué pueden representar unos zapatos para un chico de dieciocho años que ha huido del Senegal y que vive en Barcelona; dice, Estuve toda la noche despierto sujetando con fuerza los zapatos contra mi pecho. No podía quedarme con los pies desnudos, al día siguiente quería empezar a buscar trabajo; así, entendemos que para él son el símbolo de una nueva vida. O si escuchamos la voz de una abuela que mientras recorre el camino de Santiago, recuerda sus años de niñez en la escuela, y nos confiesa todo el que sufrió y lloró por culpa de la madre Leonora, que hacía tocamientos indecentes a las niñas: Aquellas manos me hicieron llorar a escondidas durante mucho de tiempo. Porque aquellas manos jugaban sucio, porque pecaban por los rincones, porque al llegar a casa, nos hacían llorar en silencio. Esto no significa que estemos creando monstruos, sino que a través de la literatura damos voz a temas importantes para reflexionar.
Pero no todo ha de ser dramático, a veces las historias dan giros inesperados y divertidos, como el caso de la profesora argentina de tango que recibía la proposición de un novio a punto de romper su compromiso, porque con ella había descubierto un deseo que nunca antes había sentido, pero ella respondía: No te precipites, Enrique. Ven mañana con Elena, bailad juntos, muéstrate, entrégate como lo has hecho conmigo, y entonces verás que es el baile lo que te embriaga, no yo. ¿¡Sabes que eres un caso típico!?
Y no podían faltar, en un curso de escritura, algunos momentos llenos de lirismo dentro de la profundidad reflexiva, como leemos en el relato «Como un blues”: Cuando estaba con ella al final del día, justo antes de ir a tocar al Music Temple, cuando el sol se desliza por el oeste y deja un sabor anaranjado y rojizo que te llena la vista, el espíritu… Entonces, me gustaba andar hasta el acantilado y sentir como la salobridad me empapaba el alma.
Historias que han surgido de una frase, un pensamiento o una fotografía. Y es que el día a día puede ser nuestra inspiración, solo tenemos que aprender cómo utilizarlo para crear una nueva vida, un mundo nuevo. Muchas gracias a todos los participantes, que podéis ver en pequeño comité en la fotografía, y al Espai Cívic Centre y l’Ajuntament d’Igualada
La solitud i la tristor m’han inspirat per tocar com mai a la meva vida. Sóc un bluesman que frega els seixanta i fins fa un parell de setmanes tenia una relació amb una prostituta. Els seus ulls verds, la pell de color del cafè acabat de torrar i un cos que convidava a acaronar-lo com si fos una guitarra Stratocaster em tenien el cor robat. Ara, ella viu amb un corredor d’apostes de Portland. Com a comiat em va dir que no sempre tindrà vint-i-cinc anys, que vol prosperar i que amb un músic mediocre com jo no tenia futur.
Quan estava amb ella, al cap del dia i abans d’anar a tocar al «Music Temple», quan el sol llisca gola avall de l’oest i deixa un regust ataronjat i vermell que omple tant la vista com l’esperit, m’agradava caminar fins al penya-segat i sentir com la salabror amara l’ànima. Allà, tancant els ulls, imaginava que era una gavina que vola cap a l’horitzó. Això em donava el valor suficient per a tocar i no fer cas de les cares inexpressives, dels borratxos i dels preludis de dormitori de les parelles mig amagades a la penombra. Però ara, tinc por que en arribar al penya-segat oblidi que en lloc de plomes tinc pell i en lloc d’ales tinc braços i que, després de l’últim pas, el meu cos s’estimbi allà baix on les onades piquen a les roques.
M’ha costat d’entendre, però s’ha de ser allò que vols per aconseguir-ho. I després de tres mesos sol i mentre segueixo buscant el seu cos en un llit ocupat tan sols per mi, cobro milers de dòlars per cada actuació en els millors locals de la ciutat.